no todo lo que digo
sale con palabras.
hay veces que solo se queda ahí,
en la boca,
mordiéndome como si fuera un alambre cruzando la lengua.
he aprendido a escribir sin nombrar.
a denunciar sin señalar.
a hablar en código para que no me callen.
no confío en quien escribe como si no estuviera pasando nada.
en quien habla bonito cuando todo arde.
en quien usa metáforas limpias
mientras allá afuera
la gente se enferma,
se calla,
se vende,
se va.
esto no es un poema para leer en voz alta.
es un secreto que se escapa por las grietas.
una confesión sin destinatario.
una rabia escondida entre líneas
como una carta bajo la almohada de alguien que ya no duerme.
me harté de los discursos vacíos.
de los que aplauden a los muertos cuando ya no les incomodan.
de las fotos en blanco y negro
con frases lindas
que no salvan a nadie.
hay días en que me despierto con el corazón hecho un nudo.
no por amor,
sino por impotencia.
porque veo cómo a quién alza la voz
desaparecen del mapa.
porque aquí se castiga más la rebeldía que el abuso.
porque hay quienes hacen del arte una alfombra cuando debería ser un cuchillo.
yo no tengo un manifiesto.
tengo miedo.
tengo hambre de justicia.
tengo un cuerpo que tiembla cuando escribo esto.
me enseñaron a bajar la cabeza.
a no hacer olas.
a ser buena.
a no hablar de política,
como si vivir aquí no fuera ya
una condena política.
pero aprendí a mirar de frente.
a dejarme la rabia
como se deja una cicatriz:
no por nostalgia,
sino por memoria.
no quiero formar parte de los elegidos.
quiero romper el sistema que elige siempre a los mismos.
mi arte no está terminado.
ni limpio.
ni claro.
pero es mío.
y es real.
escribo para no extinguirme por dentro.
para no volverme cómplice.
para que alguien,
en algún lugar,
lea esto y diga:
yo también.
yo también estoy cansada.
yo también lo siento.
yo también tengo palabras que me queman en la garganta
y aún así no las suelto.
porque no sé si es seguro.
porque no sé si alguien las va a cuidar.
pero hoy las suelto.
las dejo salir.
aunque nadie las lea.
aunque no las publiquen.
aunque no sirvan para nada.
porque hay textos que no salvan,
pero sostienen.
hay versos que no curan,
pero no te dejan morir.
y este
es uno de ellos.

Alejandra Pérez
Escribo para sostenerme y reinventarme. En cada página guardo mi caos, mi ternura y los mundos que invento entre tinta y silencio
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