El reloj se entrega
a la mecánica del insomnio
y lo pequeño
se vuelve audible.
El silencio quirúrgico:
abre una incisión
en la sombra,
la habitación no respira.
Lo simple respira primero
antes de cualquier argumento,
antes del mundo,
antes del gesto.
La forma
antes del símbolo,
la presencia
antes que el nombre.
Una verdad sin ornamentos
se instala en mí:
lo simple no embellece,
revela.
La belleza
no reside en el mundo,
sino en la forma en que lo despojamos,
hasta su núcleo vivo.
Sin añadir nada a lo que es,
lo simple—expuesto—
sentencia:
la complejidad somos nosotros.
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