La noche perdida me trajo a ti Maestranza;
del ruido chirriante gris
he llegado tras su pista.
Pero en vano el martillo golpeó,
golpeó
y golpeó el rojo vivo
porque más estalló mi sorpresa de espanto:
-¡Obrero! ¡Busco algún obrero!
-Hace tiempo que han desaparecido de este lugar.
No habitan ya hombres las catedrales de cemento.
Un futuro ha sucedido al otro
mientras naufragaban los colosos.
Entre las piedras y los vapores
se han escurrido quienes marchaban
al toque de la escuadra y el compás.
Se ha detenido entre esos cuerpos
uniformados y las máquinas
ese
ritmo
repetitivo
de profanas orgías.
No baña la sangre ni el sudor
de los hombres ya engranajes
ni falos metálicos.
Los padres jóvenes del acero han sucumbido
ante la pesadilla de Prometeo,
cuyo último suspiro les dio muerte e insomnio
en aquel Cerro Chena que conoció
ruinas menos infaustas.
La leche de la Virgen se ha secado
en los labios de este Bernardo,
y solo los rostros derruidos
de los viejos edificios conozco yo.
Hace falta una serpiente que circunvale la historia.
El Kali Yuga se nos ha quedado corto.
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