en mi mundo de cristal
donde todo era ruido,
donde cada palabra expresada en voz alta
era un rechazo,
conocí a una maga
que parecía flotar al caminar,
dejando un rastro de polvo de hada,
que vivía con la naturalidad
de quien sabe
que acompañar es suficiente.
a su lado, todo es cálido:
ese abrazo después de pedir un deseo,
esas risas compartidas,
esas nueces con chocolate,
y esos viajes cantando a 4 voces.
y aunque yo era extranjera
en ese país de las maravillas,
puso un plato más en la mesa,
me permitió llorar sin ser juzgada,
y me prestó sus brazos
cuando ni siquiera yo sabía que los necesitaba.
en ese lugar
aprendí que la ternura puede ser cotidiana,
que una sonrisa puede abrir puertas invisibles,
y que la familia va más allá del tipo de sangre,
porque los vínculos siempre,
pero siempre,
se transforman
con un poquito de magia.
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