La fragmentación de mis versiones no es un privilegio, y la des-conjunción de ellas no es más que madurez. Creo que podemos llevarnos bien por un rato cuando nos presento después de tantos años —y mirá que tenemos cosas que hablar más allá de lo incómodo—, pero se ensañan, ambas dos, y yo, que soy la tercera, tampoco tengo mucho más que aportar para romper el aire.
¿Decís que no surge una buena, che? O están sumamente preocupadas y dedicadas en tomar la mejor postura, o no hay anécdota, por más buena que sea, que nos contente en conjunto.
Creo que sería más digno rompernos la cara a patadas que seguir midiéndonos de tan cerca.
Pero cuando escuchamos nuestro nombre —que ni siquiera es el nuestro— en cierta nota única de tu voz, respondemos con una mirada al unísono.
Matarnos es el arte más puro, y la sangre que desborda a tus manos de noche, sé que destiñe mi voz. Un tono que no sabía ni el nombre, y sin embargo, me encanta.
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