Es distante la brisa pegada a tu nombre,
licito la máxima valía por torna.
Se encarneció mi agobio por tu ida,
lograste huir en el silencio absoluto.
Te he gritado en la llanada íngrima,
lindante a tu efigie.
He vagado en nuestros crepúsculos,
siempre juntos a aquel umbral
que te reserva de mis brazos.
El tiempo, mi verdugo
La espera, mi tortura
el causante de aquello tan cruel.
Yo mismo, solo yo.
He proclamado mi muerte,
fingiendo negar la dependencia emocional
de la ambrosía plagada en el asteroide
hallado en tu semblante
que tropezó con mi agudeza sentimental.
Te grité, ocupaba tu vista otra razón,
me ahogué en tu hombro adormecedor.
Disipé mi ira en nuestro mundo,
afligí tu vientre, cercené tu rostro,
maté toda muestra tuya,
mutilé palabra por palabra.
No, solo no huyas.
Puedo besarte, flor de otoño,
siendo el sol, tu panorama
y mi canción, tu viva imagen
caracterizada en mi composición.
Desafiné mi voz, no la oigas.
Llorarás, mis excusas, las más comunes.
Mis rimas que abundan.
Encontrarás a más como yo,
lo sé, quiero creerlo.
Mi deseo: tu felicidad.
Te acecharé, te buscaré, sé feliz.
Solo júrame que lo harás.
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