I
A veces lo cuestiono,
lo pienso, y lo intento
pero no logro comprender
cómo podría Dios ser omnipresente.
¿Cómo sus creyentes se tragan el cuento voluntariamente,
viéndolo en cada situación,
necesitándolo en cada instante,
pensándolo con tanto amor en cada momento?
Creeme que lo intenté pero
hoy no pude dejar de pensarte ni un sólo segundo,
ni de verte en todas las cosas, hasta en lo más terreno.
(Reconozco la audacia cuando está adentro mío.
No me mires a la cara, no
mientras te lo digo.)
A veces me pregunto si viniste a ocupar Su lugar vacío.
II
Me niego a pronunciar tu nombre en vano
y no quiero que te lleguen mis plegarias. Vos,
como Dios, sólo me querés en sueños;
yo sólo me lamento, te confieso
desde las alturas del Árbol
y las profundidades de la Vida.
E intento no hacerlo, juro que lo intento,
pero aún necesito que beses mis párpados
con toda la gracia que llevás en las manos
listo para concederla.
Quizá esa sea la única manera de hacerme creer;
de regalarme una certeza que engendre el brío;
de dejarme ver lo que, ya sé, nunca será mío.
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