mobile isologo
buscar...

Cóndor de papel.

Jul 21, 2025

606
Cóndor de papel.
Empieza a escribir gratis en quaderno

Hay días en que me despierto cóndor. No por orgullo, sino porque algo en el cuerpo parece recordar cómo era volar sin preguntar por qué. Las alas invisibles del ánimo se abren, y el viento —ese cómplice que a veces me traiciona— se deja montar como un caballo dócil. Me siento andino, alto, dueño del equilibrio, como si supiera exactamente en qué curva doblar el alma sin romperla, pareciera que la cordillera me perteneciera por decreto de altura. No temo. Todo parece deslizarse, desde las decisiones hasta el café del desayuno. Esos días sobrevuelan la ciudad, y yo con ellos, con la altivez suave de quien ha aprendido a mirar sin urgencia.


Pero otros días, como hoy, soy un
avión de papel lanzado desde el tercer piso de una tarde nublada. Uno de esos aviones que no decide su vuelo sino que es el resultado de un impulso ajeno, una mano que no supo calcular el viento ni las ganas de llegar. Y ahí voy, torcido desde el segundo intento, girando en espirales suaves o caídas súbitas, sin rumbo pero con destino.


No sé flotar. No sé planear. No sé avanzar sin que una ráfaga —una frase, un recuerdo, una mirada— me desvíe de todo lo que creía seguro. Y lo peor: no sé aterrizar mis emociones.
No sé ponerle frenos al vuelo de mis sentimientos. Me enamoro como se lanza un papel al aire: sin mapa, sin retorno, con la esperanza de que alguien lo recoja antes de que toque el suelo mojado.


Dentro llevo algo. No sabría explicarlo bien, pero es como una
caja negra. Un pequeño artefacto oculto detrás de la garganta, entre el pecho y el estómago, donde se graban los detalles que nadie ve: las palabras que no dije, los temblores que no se notaron, los sueños que perdieron combustible a mitad de vuelo. Todo queda allí, registrado en un código extraño, como si otro yo más sabio —uno que aún no sé ser— estuviera escribiendo mi historia en clave.


A veces intento abrirla, desenrollar las cintas, descifrar el porqué de ciertos despegues, de algunas caídas innecesarias, de los incendios internos provocados por una sola frase mal dicha. Pero no puedo. Es como si mi propia historia estuviera escrita en un idioma que aún no me han enseñado. Y eso me inquieta. Me intriga. Me deja un vacío con forma de pregunta que no sé responder.


Sin embargo, mientras caigo —porque
sé que caeré, como cada vez— me doy cuenta de algo que no sabía cuando volaba como cóndor: también el papel tiene su mérito. También hay belleza en la fragilidad del que se lanza sabiendo que no durará. Que no se trata solo de volar alto, sino de dejar un trazo en el aire. De ser visto, aunque sea por un segundo, por alguien que levante la vista justo a tiempo.


A veces no
importa cuánto ni cómo se vuele, sino qué queda grabado en el aire que se cruzó. Incluso el avión de papel —frágil, breve, imperfecto— deja una estela que alguien puede recordar para siempre.

Nicolás

Comentarios

No hay comentarios todavía, sé el primero!

Debes iniciar sesión para comentar

Iniciar sesión