Morí, viví, renací,
y en este instante me descubrí.
Entre turbulencias hallé la calma,
armonía que late dentro del alma.
El corazón vibra, luego se aquieta,
la vida se aligera, mi ser se completa.
En hedonismo bebo el instante,
un goce sutil, eterno y constante.
Avanzo ligero, corro y me freno,
sigo el dictado de un soplo terreno.
Cada jornada revela un misterio,
cada latido me abre un sendero.
El viento susurra lo incierto y divino,
quizás un camino, quizás mi destino.
Nada retengo, me entrego al fluir,
con el universo aprendo a latir.
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