Con el corazón a media asta. Para Sofía primera.
Jul 20, 2025

Pero el despertar es un sinsentido cuando se está tan bien en sueños. De cualquier forma, cuando me desvelo ya entrado el sol por la ventana, me conformo acobijado entre el calor del mate, la dureza de la mesa, o la caricia del rayito de luz que se filtra por el vidrio y la mugre, entrando el instante último y previo. Es aquella despedida del letargo que me sienta tan bien de abrigo.
-Sé que voy a verte en un rato, lo sé tanto como que para disfrutar del sol directo en la mejilla, tengo que cruzar el parque y así también el vidrio, ni hablar de la mugre, para introducirme violentamente al frío y algo también a vos-
La distancia temática me interpela cuando ya camino lo suficiente el barrio, a medida que aumenta mi temperatura se desvanece algo del hielo, y antagónicamente, se va formulando una capa ficticia que terminará por envolverse en mi perfume.
Del frío profundo y profano del invierno,
del que la estufa no alcance y tengamos que entablar un pacto,
donde abrazarnos a media noche sea mera supervivencia,
y que en sus condiciones de letra absurda y pequeña,
exija separarnos cuando hayamos alcanzado la calma.
A la vez,
porque el abrazo por la espalda viola el tratado,
el firmamento,
este frío se nos combate de frente dentro de los términos delimitados,
y no permite mucho más.
-Debo estar temblando de nuevo, se me resiste el idioma que se te acerca para recobrar algo que guste al resto, que guste y busque menos de sí (de mí)-
A medida que el calor avanza voy perdiendo toda forma lógica, toda la razón emergida y tratada por tanto tiempo. El frío guarda bajo sus capas aquello más vital en mí, y por eso vuelvo al instante donde te toque dar con mi espalda, con el abismo del tratado en el medio, con el detalle absurdo y no romántico de la luna dando la luz justa y necesaria para ver en mis lunares (que no se diferencian tanto entre los tatuajes de mi espalda), aquello que no sé del todo ser (que igualmente jamás confundirías).
Qué mierda sucederá en la primavera, me pregunto y desentono, y probablemente tenga que ver con que me estoy acercando, o con que trastabillé en la baldosa que siempre me llevo puesta en la esquina que tenés a tres cuadras, justo cuando esquivo la palmera que irrumpe el paso, que nadie corta, que todos también esquivan y siguen como si nada. Como otro punto en el mapa para ir divagando sin culpas ni penas hasta que haya que correr la cara. Y ni siquiera me caigo, y cruzo la esquina como si nada, sin siquiera valorar la desgracia de que ningún vehículo me lleva puesto.
Qué mierda es la primavera, reformulo, si alejarme o quedarme cerquita seguro va a ser lo incorrecto. Si las respuestas son tan evidentes que una máquina me contesta sin reparo que en verdad soy inconsciente. Por no recaer en lo vulgar, por no llamarme pelotudo.
Bien sabiendo que me parezco mucho a uno que a toda distancia tuya se corta, se quema, se desangra y se repiensa para sangrar un poco menos la próxima. Como si el progreso o la floración fuese no más que resistir lo suficiente.
Cómo sé que es el invierno y no es el frío; es pasarte y no frenarme, hacer como si nada.
Un punto más en el mapa que me está avisando algo aunque un poco confuso.
Es buscar el lugar justo donde sé que voy a encontrarte para pasar lo más cerca posible, haciendo como que no existís. Sos el fundamento ontológico de esta existencia y tengo que reinventarme y buscar una metáfora nueva que me permita camuflarme, que me permita no creer en dios unos instantes y buscar en algún tipo de horizonte que me chupa bastante un huevo, un detalle absurdo, un bombillo y una mosca que le gira y la choca todo el tiempo, cualquier cosa tan absurda que disuelva al infinito los microsegundos suficientes en los que me arrastro por tu espalda, de costado, de pasillo, de manual, de mi hombro y tu lunar lleno de ropas.
De lo profundo y profano del invierno,
de que el amor no alcance y hayamos consumado un pacto,
donde tocarnos de esta forma sea supervivencia,
y las condiciones y letras pequeñas no se dejen ver,
así nunca nos haremos cargo,
de lo que terminamos firmando una noche de verano,
mientras nos cagamos de frío.
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