Los anaranjados rayos de un cansado sol poniente se esparcen por todos lados, como si nada los pudiese frenar. Tal belleza única e incomparable enternece las agrietadas almas del hombre. Miles de poemas y relatos como este son canturreados a diario, esforzándose por describirlo sin éxito. Pues ahí esta la oculta diferencia que no solemos recordar. La delgada línea entre lo que podemos ver, y lo que podemos expresar.
La humana arrogancia de no saber discernir. Lo que podemos transmitir de lo que solo podemos admirar...
El estruendoso rugido de la tormenta. Inunda el aire a tal punto que el resonar de la lluvia se reduce a susurros. Un festival de luces ramificándose contra tan ordenado caos gris. Miren miren... ahí vuelve a aparecer. El afán de explicar más de lo que logramos comprender. Y que tan alto podemos volar?... Nos seguimos preguntando después de caer.
Corto pedacito de océano que se extiende sobre el horizonte, me hace dudar si realmente los puedo distinguir. Seria un insulto profetar, esa burda comparación entre la vida y la imaginación. Pues es imposible que logre recrear el acto de vivir, sin importar cuantas palabras me ponga a escribir. Uno es el eterno bamboleo del mar y el otro solo residuos de mi caminar.
Dos ojos. Eso es todo lo que necesito. Para reparar el espíritu y para observarlo. Para ver la película sin que esté en cartelera. Para ser parte de un enigma que no tiene solución. Por que una canción pude ser rima, pero una rima no puede ser canción.
y para cerrar esta gigante incongruencia tengo la osada conclusión, de que con dos ojos me basta para buscar mi corazón...
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Mateo
Un chico que siempre quiso tocar las estrellas y vivir sus sueños. Aprendió a volar con relatos y soñar con palabras, he aquí la prueba de ello
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