Paralizado de miedo estoy! No puedo creer como llegué hasta acá. No me entra en la cabeza, todo se salió de control. Y ahora mi vida corre peligro, estoy muy asustado, de verdad.
Ah genial, apareció alguien más. Dejame adivinar ¿estás leyendo mi cuento?. Bueno, lamento informarte que algo salió mal. Y ahora por lo que veo, vos estás acá conmigo. Dejame ponerte en situación.
Yo soy escritor, o algo así. Estaba narrando un cuento, que iba más o menos de una familia, algunas traiciones, la verdad no iba tan bien, me faltaba un golpe, algo distinto.
En el medio de todo eso, se me empezaron a rebelar los personajes. Tomaron decisiones propias, cambiaron las locaciones. ¡Hasta algunos se animaron a cambiar de apariencia!
La verdad que no sé que pasó. Se me fue de las manos. Y todo se puso peor cuando el cuento mismo me absorbió. Sin darme cuenta aparecí adentro. Y ahora por lo que veo, vos también. Y no te quiero asustar, pero la cosa viene complicada.
Como verás, estamos en una especie de galpón, es bastante cerrado, pero tiene grietas por todos lados, y entra luz. Hace muchísimo frío, por eso nos sale humo de la boca cuando respiramos o hablamos.
Hay bloques de fardo, y paja por todos lados. Lo que me hace pensar que estamos en un granero. No veo animales, así que supongo que estará abandonado. Al mismo tiempo, hay un montón de tablas de madera apoyadas contra las paredes, lo cual también podría indicar que está en construcción.
Notarás que hablo muy bajo, casi susurrando. Eso es porque afuera de este granero hay peligro. Ahora te lo voy a mostrar. Lo que te pido es que procures guardar silencio lo más que puedas, mantenete en absoluta calma.
La puerta que tenemos enfrente de nosotros es alta y parece bastante vieja. En donde iría la cerradura hay un agujero grande. Tendrá unos cinco centímetros de diámetro. Por ahí estuve viendo lo que pasa afuera, y de ahí mi miedo. Vení, te invito a que espíes.
Podemos ver un paisaje bastante verde, una especie de pradera. En el centro de la escena descansa un auto color gris, tirando a plateado, con los vidrios polarizados. Tiene barro salpicado en la parte inferior de las puertas, lo que nos puede hacer pensar que el camino para llegar hasta acá es de tierra, o sea que estamos bastante lejos de terreno asfaltado, y que además estuvo lloviendo recientemente.
A unos metros del auto hay un tipo arrodillado, atado de pies y manos, con una bolsa de arpillera en la cabeza, ergo, no sé quién es.
Frente al sujeto hay dos hombres más. Lucen zapatos negros, pantalón de vestir del mismo color y camisa blanca. Sobre el capot del auto dejaron apoyados sus sacos, también negros. Son altos, pelados y llevan gafas oscuras. No los reconozco.
Desde que estoy acá mirando, llevan turnándose entre los dos para golpear salvajemente al que está atado. Le gritan -"¡decime donde está!"- y el tipo llorando les responde -"te juro que no sé "-. La escena se repite en bucle. No se cuanto más va a aguantar el pobre.
Ahora bien, lo primero que deduzco, es que estos tipos pelados y empilchados son matones, obviamente. El atado, se mandó algún moco, que parece ser bastante grave. O se robó una guita, o se robó a alguna persona. O lo que es peor aún, es uno que estaba en el lugar equivocado a la hora equivocada. Si este último escenario fuese el correcto, estaríamos en presencia de la tortura de un inocente.
Lo segundo que pienso, es que estos dos torturadores no son los que mandan. Yo no soy un mafioso, ni nada que se le parezca, pero años de ver películas de este estilo me enseñaron que el que manda no tiene tanta paciencia. Aquí es donde viene mi temor, nos esperan dos opciones: la primera es que estén esperando una especie de llamado o señal para terminar el trabajo. La segunda, que es la que más me preocupa, es que estén esperando que la señal llegue en persona. O sea que aparezca en escena el capo mafia.
Esta última opción me da pavor por una sencilla razón: los dos matones que tenemos ahora, tienen mucho músculo pero poco cerebro. Han estado torturando y divulgando información a los gritos sin siquiera venir a revisar el granero. Pero si se presenta el jefe, y termina el trabajo (porque sea inocente o no, ese atado está viviendo sus últimos minutos), lo primero que va a hacer es venir a revisar que no haya testigos y ahí nuestra suerte será la misma que la del torturado en cuestión.
Yo no sé si se te ocurre algo, pero yo estuve pensando muchísimo, y no veo salida. La única que hay es salir por la puerta silbando bajito y esperar que suceda un milagro. No la veo.
Necesito que me ayudes a pensar, de vos dependen nuestras vidas, si tan sólo pudiéramos.... a ver, silencio. ¿Que es ese ruido? Miremos otra vez.
Es un auto blanco llegando. Se estaciona paralelo al plateado. Se bajan dos tipos idénticos a los dos que ya estábamos viendo. Sacan franelas y le limpian el barro al auto... Estamos en el horno...
Baja un quinto hombre. Estatura media, pelo muy corto y completamente blanco, bigote del mismo color. Viste un sobretodo negro que debe costar más que el granero entero este. No veo bien, pero me parece que es bastante anciano.
Dialogan entre los cinco, como me gustaría poder escucharlos. Parece que discuten algo. El anciano saca una pistola. Apunta derecho a la cabeza del atado, le murmura algo, ¡el apuntado grita pidiendo piedad con un llanto desgarrador! ¡bang!.. El tiro retumba en la inmensidad de la nada. La víctima cae abatida boca abajo.
El tirador ordena algo a los otros tipos. Indica algo del cuerpo. Limpia su arma. Puede ser que nos salvemos. Hace fuerza conmigo. Quizás se van.
El anciano mira para el granero. Señala en dirección a nuestra posición y le pregunta algo al que tiene al lado. Este último responde con una negativa. El asesino comienza a darles de cachetadas a todos. Parece gritarles. Mira nuevamente hacia acá. Ahí vienen.
Escondámonos detrás de los fardos. Recemos, no sé. Acá, quedémonos quietos. La puerta se abre lentamente. Entra mucha luz. Te pido por favor que contengas la respiración, no muevas ni un músculo, tengamos la última esperanza.
Se escuchan los pasos lentos del tirador, seguido por sus hombres. Parece hacer una visión general del granero. Indica a dos de sus hombres que revisen los fardos. Esto es el final... dejame a mí, yo te salvo.
Salgo con las manos en alto al grito de -"¡no disparen por favor, somos inocentes!"-
-¿Me podes explicar quién sos vos y que haces acá?- me dice el anciano. Que por cierto, de cerca es mucho más anciano.
-Mira, la verdad es que pensé mil excusas para darte, pero después de dar muchas vueltas voy a decirte la verdad, y que sea lo que dios quiera- le respondo ya casi llorando. -Yo soy escritor, o algo así. Estaba narrando un cuento, que iba más o menos de una familia, algunas traiciones, la verdad no iba tan bien, me faltaba un golpe, algo distinto. Y de repente no sé qué pasó, ustedes no son mis personajes, se me fue todo de las manos, el cuento me absorbió y ahora estoy acá y no sé qué pasa...-
El tipo me mira con una expresión de incredulidad exorbitante. -Llevo casi 50 años matando gente, y este es el pedido de piedad más insólito que recibí. ¿Y la persona que está con vos que hace acá?-
-No hay nadie, estoy solo- respondo intentando sacrificarme por vos.
-Dijiste "somos inocentes". No me vas a decir que aparte de mago sos dos personas al mismo tiempo. Saquen a la otra persona que está escondida-.
Te toman de los hombros y te revolean al lado mío. Nos piden que nos pongamos de rodillas y coloquemos las manos en la nuca. Intento una última jugada para salvarte.
-Esta persona no tiene nada que ver, solo empezó a leer el cuento y cayó acá. Por favor, dejá que se vaya- suplico.
El tipo carga su arma, la levanta lentamente y nos apunta, haciendo oído sordo a mi última petición. Es nuestro fin.
-¿Quieren decir sus últimas palabras?- nos dice mientras nosotros solo vemos el oscuro cañón de la pistola que nos va a aniquilar. Y mi respuesta es -si, si quiero decir algo-
Se me vino a la cabeza el consejo que me dio mi hermano el día que manejé mi primer auto. Me dijo "no tengas miedo, todo depende de vos. Tenes un botón que si lo apretas, se para todo, y es el pedal del freno"
Todas las historias con problemas nos hacen sentir esta asfixia que tenemos ahora. Todos los cuentos de terror que vivimos nos mantienen encerrados, paralizados. Inmersos en la historia. Somos personajes sin salida de nuestra propia ficción. Pero la solución no es rendirse. Hay historias que tienen otro final. Muchas veces tenemos frente a nosotros el pedal del freno y no lo sabemos ver.
En este caso el pedal es dejar de escribir. Pronuncio mis últimas palabras: "El fin".
Recomendados
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión