Lo dejé entrar,
como se deja entrar a un gato
en una noche fría,
sin esperar que se quede,
pero deseando en silencio que no se vaya.
Tenía esa forma
de acercarse sin prometer nada,
como un gato callejero
que busca calor en un rincón
y se queda,
solo mientras dure la noche.
Llegó con la espalda tensa
y los labios partidos,
pero su boca sabía bien
el camino,
como si ya hubiera estado en otras antes,
y aun así, por esta noche,
quiso perderse en la mía.
Se deslizó en la cama
sin pedir permiso,
y yo no necesité que lo hiciera.
Sus dedos recorrieron mi pecho
con la calma de quien no tiene prisa,
pero sí un destino
que no incluye quedarse.
Me besó como por instinto,
como si en mi boca encontrara
algo que necesitaba ahora,
pero no algo para mañana.
Y cuando me miró,
no vi futuro,
pero sí un trozo de noche
que dolía un poco menos.
Era un gato,
lo supe desde el principio.
Uno que se acuesta en tu cama
hasta que el hambre lo llama,
hasta que otro tejado
le promete más que tus caricias torpes.
Y aun así,
le abrí la puerta,
aunque sabía
que al amanecer
buscaría otras manos,
otros cuerpos,
otras voces para ronronear bajito.
No pidió nada,
pero yo le di más de lo que dije,
más de lo que mis palabras alcanzaron.
Porque hay abrazos
que se dan como quien deja un plato en la puerta,
esperando que alguien vuelva,
aunque no tenga nombre
ni promesa.
Mañana,
cuando no escuche sus pasos,
me diré que estuvo bien,
que nunca fue mío,
que nunca lo sería.
Cerraré la ventana
como si no me doliera el frío,
como si la cama no siguiera vacía,
como si el sabor de su piel
no se hubiera quedado pegado a la mía.
Pero esta noche,
por esta noche,
lo quise.
Como se quiere a un gato
que ronronea un rato
antes de irse
sin mirar atrás.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión