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Como Un Cordero

Sebas

Dec 29, 2024

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Como Un Cordero
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Las acusaciones de esa chica la habian dejado realmente trastornada, no entendia que habia hecho, o tal vez si lo entendia pero no quiso verlo. La atravesaba un sensacion de haber hecho algo terrible. Se sentia mal, tan mal. Lo habia arruinado en un momento de rabia, despues de intentar tanto que se sienta aceptada, lo habia arruinado. Constantes halagos, por el drenaje, por un insensible momento de enojo en el que le dijo que sus cuernos de cordero se le veian no importa cuanto los esconda. Ella se largo a llorar y entre gritos la condenó “Lo sabia, todo este tiempo me trataste como un animal”

Un tiempo despues de este suceso, las cosas comenzaron a verse de una forma extraña, de lejos, como si estuviera viendo con unos binoculares al reves. Los colores mutaban, un dia chillones, otro dia desaturados y los animales, los animales le hablaban. Su casa se llenó de ratones, adoptó varios gatos en un intento por deshacerse de estos pero simplemente convivian. Pajaros picoteaban sus ventanas y pronto comenzaron a entrar cuando abria la puerta para salir. Cosas comenzaron a desaparecer, su ropa roida por los ratones y todas las superficies sucias por los pajaros, los gatos los despezaban, dejando plumas, piel y huesos por todas partes. Pero no podia irse, esa era la casa donde habia nacido y donde la habia visto a ella por ultima vez. Recordaba los buenos momentos que habian pasado ahi y no podia simplemente mudarse, ¿y si volvia a buscarla?.

Sus amigos comenzaban a sospechar que se estaba volviendo loca cuando les contó que los ratones le hablaban y le decian que todos estaban en su contra y que no debiera estar con ellos en un primer lugar. Hacian dias que Julia no se bañaba cuando una amiga tocó a su puerta, la habia llamado para que la ayude a limpiar. Su amiga fue corriendo a ayudarla, ya que hace semanas que no respondia un mensaje a nadie de su grupo de amigos.

Julia abrió la puerta para dejarla pasar justo antes de que ella toque, se la veia demacrada y por el espacio entre la puerta y el marco, podia verse una mugre y desorden total, hojas de todo tipo, tierra, pelos, libros, medias y hasta almohadones por aquí y allá.

“Hola Cata” dijo, con la voz ronca “llegaste muy rapido, pasá, pasá.”

Catalina, incredula y sin decir una palabra entró a la casa.

“¿Queres mate? ¿o un té?” preguntó Julia, taciturna.

“Em, si, unos mates” Miró a su alrededor, mientras seguia a Julia hasta la cocina.

¿Como habia llegado toda esa mugre hasta ahí? La cantidad de tierra que cubria el piso era imposible de lograr a menos que haya llevado una carretilla cargada de tierra y la hubiera distribuido por toda la casa de forma explicita, incluso comenzaban a crecer yuyos en las esquinas. Si no supiera que Julia vivia ahi podria decirse que la casa llevaba diez años abandonada.

“Em, ¿Juli? ¿Cómo llegó toda esta tierra aca adentro? “

“No se… no me acuerdo, tengo muy mala memoria últimamente. Ni siquiera me acuerdo para qué te invité…”

“Ay Juli, ¿Qué te pasa? ¿Cómo llegaste a esto? Hace semanas que no hablabamos, hace meses no salís de tu casa… estamos todos muy preocupados”

Julia se encogió de hombros y se acomodó el pelo, hecho una maraña, detrás de la oreja.

“Yo estoy bien, no sé de qué hablas, hace dos días no te contesto y hace dos días no salgo de casa, estas exagerando” se apoyó contra el horno y cruzó los brazos “¿querías un mate, no?”

Se puso a prepararlo sin esperar respuesta. Agarró la pava y la llenó de agua en una pileta llena de tierra, babosas y restos de verduras, prendió la hornalla con un fosforo y puso la pava, acto seguido buscó la yerba y empezó a volcar el paquete sobre el mate que estaba ya sobre la mesada.

Catalina miraba todos los movimientos de Julia, en vez de caminar, salticaba por la cocina, pero al mismo tiempo hacia todo con tal parsimonia que parecía que no iba a terminar nunca. Pensaba “sabia que era inestable, pero no que se iba a volver loca de un mes para el otro. Encima como nunca me cuenta nada no tengo ni idea que puede haber desencadenado esto… ahora que me acuerdo hace un tiempo nos había dicho que los ratones le susurraban cosas… pero estábamos muy borrachos… no se…” Siguió mirándola mientras le sacaba el polvo a la yerba, la inspeccionó de arriba abajo: el pelo hecho una maraña, la ropa holgada y de colores claros, manchada de tierra y descalza con los pies completamente negros. A Catalina no le entraba en la cabeza lo que estaba pasando.

Instintivamente sacó el teléfono y decidió sacarle una foto a Julia para mandar al grupo que tenía con dos amigos más. Mientras sacaba la foto, se fijó la hora… desde que llegó habian pasado dos horas que parecieron quince minutos. Algo estaba mal.

“Cata, tu mate” le dijo, pasándoselo con una sonrisa “¿querés azúcar?”

“No, gracias” le dio un sorbo “Che, estas muy despeinada, ¿queres que te peine? Despues limpiamos”

“Bueno dale, aunque no estoy muy segura de limpiar, me gusta así. ¿Para eso te había pedido que vengas?”

“Si, me dijiste que venga ayudarte a limpiar…”

“No me acuerdo de eso. Mejor peiname, sentante que busco un cepillo”

Un ratito después volvió con un cepillo y se sentó con ella a la mesa. Cata le cebó un mate y se lo pasó. El cepillo y el mate resultaban de lo más mundanos en esa casa, todo lo que estaba pasando parecía un cuento, tal vez hasta estaba soñando y no se daba cuenta. Agarró el cepillo y empezó a peinarla. Estaba muy difícil, la maraña que tenía por cabello no tenía precedentes, nunca había visto a nadie tan despeinado. Cada nudo tomaba al menos cinco minutos, estaba tan concentrada en eso que ni siquiera charlaban, solo se pasaron el mate hasta que se lavó la yerba y Julia se quejó al respecto.

“Che, voy a cambiar la yerba, aguanta”

“No, no, ya casi termino con tu pelo, aguanta vos”

Julia se quedó sentada, miró por la ventana y suspiró “Ya se hizo de noche”

“¿Que? ¿De noche?” exclamó Catalina “¡Si recién eran las 5 de la tarde, además es verano!”

“Son las nueve” dijo, como si estuviera cansada de decir siempre lo mismo.

“… bueno, no importa, es sábado…” suspiró, intentado quitarle importancia pero sin dejar de pensar que el tiempo estaba pasando demasiado rápido.

Ya había terminado de desenredarle el largo del pelo, solo le quedaba arriba, donde había más nudos y parecía una melena de león por lo inflado que estaba. Se levantó de la silla y empezó a desenredar el lado izquierdo. De repente se topó con algo duro y Julia dio un grito de dolor.

“Uy perdón, no te quise hacer doler”

Muerta de curiosidad empezó a separarle el pelo con los dedos en ese mismo lugar hasta que encontró una protuberancia extraña que le salía directamente del cuero cabelludo. Negó con la cabeza, sin entender. Fue del otro lado y buscó a ver si había otro igual. ¿Podrían ser cuernos? Acababa de encontrar cuernos en la cabeza de su amiga, eran chiquitos pero cuernos. Cuernos blancos como los de un cordero.

Sebas

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