cómo trizar un corazón

Vil, vil, tan vil... Las palabras de odio siguen dando vueltas en mi torrente sanguíneo. Como si fueran mil agujas de cristal, hacen doloroso el mismo acto de respirar. Las comas se enganchan en mis venas mientras que los signos de exclamación se clavan en mis arterias. Lo único que puedo hacer es soportar aquel dolor silencioso otra vez, hasta que la manía llegue. Mi vision se nubla ligeramente pero las cejas del hombre que está en el pasillo no hacen más que fruncirse como reacción. Una pared invisible se alza entre el reino de los vivos y el de los espíritus, y nuevamente me convierto en un mimo de mis propias idioteces. Quizás está bien, quizás así es como debió ser todo siempre. Quizás el dolor que se filtra maliciosamente por mis venas no sea más que el propio pulso de vida de mí corazón, un reflejo roto de mi espejo.

Pero inadvertido a las agujas de odio la flecha del tiempo sigue surcando el cielo y el sol se esconde nuevamente. La sensación de existir por sí sola es más que suficiente como para apesar mis hombros hasta el punto de quiebre, pero el dolor es hermoso, ¿no es así?

Crack, crack, crack. Hueso tras hueso es trizado el uno después del otro en un vaivén entre líneas de tránsito y un asilo recóndito. Dedos que ya no se mueven y pies que ya no sienten, el único resultado natural del brebaje suicida que yo mismo he preparado. Aún así me dirijo rumbo al mismo hospedaje de siempre, con las mismas personas humanas que no sienten. Eternamente artista de la sonata de mi propia caída, dejo que las melodías de acero frío y afilado dejen sus marcas sobre mí piel virgen de nuevo. Las agujas de cristal corren por mis venas pero finalmente, logro detener su rumbo auto destructivo. Al fin, las cataratas desenfrenadas fluyen hacia el áspero asfalto de la carretera. Pero algo no está bien.

Algo no está bien porque mí corazón ya no late, no con el mismo fervor. Algo no está bien porque mí cerebro ya no piensa, letárgica la sinapsis predestinada. Mi sangre, la gasolina de mi identidad, la he perdido. Ahora no soy más que un moribundo cadáver que se proclama humano, ahora no soy más que un cuerpo desal

mado.