a veces fantasear con la remembranza es romperte con el presente brutalmente. en algunos sentidos (creo yo) es como el abrazo verdadero, tan nítido, tan recordable por entrañable. aquella paz de fuego, pero por su llama mansa que nos hacía arder hasta el sueño de la paz. el mismo de las conversaciones que tuvimos hasta tan hondo, como la médula. los huesos del esqueleto más desnudo donde la piel, en misma condición, magnética y químicamente nos fundía. los besos cuya evocación es inefable, como decir lo que los labios mudos conversan bailando en su fricción tibia, tierna y furiosa.
esos rincones que serán en todos los tiempos y conjugaciones un mimo que iba escalando lenguas haciendo una danza inexistente, lenguajes, míticas, tan vivas y destellantes programáticas configuraciones constelares.
aquellos vos y yo siendo existencia autónoma. nada más hacía falta, cuando felicidad y placer eran lo mismo, respiro de alivio y descanso, agitado porque el corazón galopaba sediento del oxígeno elemental para sentirnos vivos entre tantas miserias de soledades, mezquindades del transcurrir discurriendo la realidad.
nada es casual, ni el adiós, ni lo dicho. son cosas que pareciera tener el mismo sentido, o al menos pareciera estar todo dado
lo será para un universo entero, que nisiquiera sospecha el fulgor irremediable de una historia que nunca termina porque nunca sabrá cómo, la misma pregunta del porqué empezó, y duro lo que duró, y durará lo que tenga que durar, como todo en esta vida.
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