“Como si las muñecas sintieran” | Cuento de Terror
Abr 9, 2025

La tela que me conforma… ¿acaso está viva? Si es mi piel, ¿por qué se despega con fuerza de mis entrañas de lana sin que me mortifique? Debería correr sangre por mi cuerpo, pero sangro polvo. La suciedad debería supurar por mis heridas, pero yacen abiertas, y su dolor no es mío. Ha menguado, como mi dueña. Me ha olvidado.
Se olvidó de suturar la rebeldía de los hilos que se despliegan de mis brazos antes de condenarme al encierro. También olvidó devolverme la vista. La suciedad se mezclaba con mis lágrimas, detonadas por el silencio. Juraba que caían sincronizadas con el reloj. Rezaba para que las secara con la misma tela que me arrancó. Yo lo sentía... sentía tanto que nada lograba expulsar de mi cuerpo. El lienzo de mi rostro se endurecía por el barro que jamás limpió de mis ojos. Y cuando encontró tal figura de porcelana —inauditamente mejor que la que poseía conmigo—, olvidó que mis ojos estaban falleciendo por la vejez de hilos descosidos. Tal vez ellos no querían que sintiera terror al abandono. Preferían que temiera el encierro antes que ver mi exilio.
Así fue. Eran visionarios, esos últimos plásticos redondos. Para ella no eran más que un sulfuro. Para mí, eran mi mundo. Eran los colores del abecedario en la pared, los destellos del sol en las hamacas. Eran lo que me permitía, sentada en su cama, verla trabajar en el escritorio... y no simplemente escucharla vagamente desde los cajones donde hoy soy desterrada. El surco de aire que no logra traspasar mi tela vieja y alcanzar mis pulmones ilusorios me está dando razones inauditas para desistir. Pero no puedo, querida mía... no puedo morir. Tengo que vivir eternidades aún. Y como te conté un día, en el más desalmado silencio: yo también quiero sucumbir, al lado tuyo, siendo amada.
Supongo que nunca pronuncié palabra alguna capaz de desarmar tu corazón. O quizá sí lo hice... y lo sentenciaste con el rechazo. Puede ser que ya no ames mi gris, pero al menos, en este cajón, no te doy más molestias que el polvo que junto. Se me hizo demasiado mencionarte —cuando me rescataste— que en esa tienda abusaron de mi inmovilidad. Una sombra, o un monstruo difuminado en la luz tenue, me encontró en los depósitos. Temblé. Te habría contado que ese sujeto atravesó mi alma. Pero no me hubieras creído, porque no tengo una. Y prefiero que lo creas. Bajo ninguna circunstancia habría querido que me ayudaras a recoger los trozos de lana que cayeron al piso. Porque no sangré... pero el relleno avisó a mis ojos que algo terrible había sucedido. ¿Pero qué importa, verdad? Si me escucharas, un solo abrazo silenciaría mi pasado.
Y no ha sido esa la más rota de mis experiencias. He servido, a lo largo de mi eternidad, para muchas cosas. He limpiado pisos, muebles... he sido amiga de los perros de mi antigua dueña. Ellos no sabían lo que hacían. Mordieron tan bruscamente mi fragilidad que terminaron por desgarrarme. Hasta que su madre, sin mediar en suturar mis heridas, optó por sentarme junto a unas bolsas de basura. Esa noche hacía frío. Comprendí que me habían castigado. Unos hombres llegaron rápido y tiraron de mí hasta arrojarme en el fondo de una caja gigante con más basura. Quise gritar. Por primera vez, deseé que de mi pecho saliera un aliento que emitiera un sonido. Pero no es su culpa, ¿verdad? Ella me quería. Solo se le olvidó salvarme a tiempo.
Pero estoy segura de algo: fugaces son solo las estrellas. Este cajón me pertenece. La otra muñeca puede quedarse con la habitación si así lo desea. Aquí, ningún monstruo podrá despellejar mi relleno. Mi dueña actual porta las llaves.
Oh, mirá... es ella. Está abriendo el cajón. La siento hablar. Siento su respiración intranquila. Qué bien se mecen sus caricias entre tanto polvo. Creo que me dejó junto a una madera. La textura se siente fría, pero no pienso emitir quejas. Su caminar va de acá para allá; escucho cartones. ¿Me estará construyendo un hogar? Sí... sí. Me quedo tranquila porque debe ser eso. Tan solo escuchar las tijeras me hace sentir nuevamente acogida por la curiosidad de sus pasatiempos.
Finalmente me agarró. Pero… ¿por qué siento una punción en el pecho? No puedo verlo. Es injusto. Qué raro... está cortando partes de mi cuerpo. ¿Me tendrá acaso preparado un disfraz? Debería estar sangrando... pero solo quita mi lana.
Nunca había sentido tal presión en el pecho. Se siente como el desvanecimiento. Ya no siento los brazos. Por primera vez, me está quemando. Las tijeras encienden mi dolor.
¡Basta! ¿No ves que me duele? Quizá está de mal humor. Debería aguantarlo todo por ella. Al fin y al cabo, me liberó del encierro.
Ahora entiendo por qué duele... está cortando mi rostro. Ahora sí siento mi sangre. Pero no fluye. Está tan quieta como aterrada. Puesto que, está quebrando la identidad de mi cara, la misma a la que antes solía besar con ternura.
Me está arrancando la vida... y yo aún siento que la amo. ¿Es eso posible si no tengo un corazón?
Como tantas veces, siento de nuevo la conexión infrahumana con cada parte de mí. Ya no tengo a mis ojos para que me alerten... pero ahora mis brazos sufren. Las dos mitades de mi cara están llorando como nunca antes pudieron hacerlo. Esto supera con creces mi expectativa. Estoy llorando.
Pero veo. Por fin veo. Mi lagrimal estaba haciendo lo que la lluvia. Ella se fue y no pudo verlo. No está la tela, pero sí mi lana.
Estoy desecha. Porque todo este tiempo, solo fui... ¿una muñeca de trapo?
Entonces, ¿por qué ya no me siento afín a mí misma? ¿Por qué puedo mirar su figura y no encontrar mi reflejo en ella? ¿Me he fragmentado?
Entonces miré su cama. Estaban todos los peluches. Estaba el abecedario en la pared. Pero yo me ausentaba. Mi hogar nunca fue, con certeza, su casa. Era la muñeca de trapo.
¿Fueron estas manos, este cabello, estas piernecitas, este espíritu que poseo, ajenos a ese juguete?
¿Fue mi fantasma quien dio vida al sentir de una muñeca rota desde antaño?
Ella me exilió, pero ¿por qué se siente como la muerte?
Ahora ya lo sé.
(c) Milagros Gomez

Milagros Gomez
Desarrollo un sub-género llamado Terror Poético, que combina la poesía gótica y el terror psicológico, con el existencialismo y la metafísica.
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