Septiembre terminó. Silvana Estrada sacó el disco que esperaba.
Desarrollé más mi filosofía de tanto hablar frente al espejo en otro idioma.
Entendí que no tengo por qué luchar tanto.
Entendí que mi arte es fruto de la resignación, quien comprime y alivia aquel dolor insufrible de tener un cuerpo.
Entendí que falta cada vez menos para dejar de tener un cuerpo. Entendí que la frustración es irrelevante sólo a través del consuelo que dejar de existir me genera.
Entendí que no me voy a jubilar, que no quiero ver mi cuerpo cansado ni rezongar por mantenerme con vida.
Entiendo que no es la norma añorar el desalojo, la muerte, el abandono.
Pero estoy podrida de entender. No quiero empatizar más con nadie, no quiero ponerme en los zapatos de nadie. Estoy cansada de los paraguas, de guardar plata en el placard, de privarme. Estoy cansada de protegerme.
Hasta el corazón está cansado, o mas bien aterrado. No puedo bailar porque se pone como loco, no puedo vivir la adrenalina sin que entre en pánico. El pulmón izquierdo también, otro que se ofende cuando bailo.
No pienso ir al médico. No pienso desacelerar el deterioro de mi cuerpo, porque quiero que avance. Quiero que nos vayamos, que seamos libres de los alquileres, del ibuprofeno, de apretar los dientes. No quiero volver a gritar ni encerrarme bajo el acolchado.
No quiero correr colectivos ni apurar el paso por el semáforo de mierda que me amenaza con la pérdida de un 34 vacío. No tengo ganas de ser puntual, no tengo ganas de llegar tarde.
Entendí que me enamoré de la idea de morir. Todos los días la pienso. Y la quiero tanto con el afán de competir contra quienes la odian. Por cada persona que la odie, yo la voy a amar aún más.
sin embargo, mucho antes que la muerte, me tejió la contradicción, por lo cual
lleno de vitalidad cada espacio que me alberga.
No sé por qué tengo tanta energía. No sé por qué de repente bailo tanto, por qué le sonrío a tanta gente. No sé por qué la gente me mira, no sé por qué me paran en la calle. No sé de dónde nace el brillo de mis ojos, ni la melodía de mi risa.
La vida es una mierda y nunca te moris. Pasan días y décadas y no te morís. Todos los gatos se mueren antes que vos.
Pero bueno. La vida es una mierda y hay que seguir viviéndola.
Si total, viva estoy
y viva permaneceré.
Renazco en la sonrisa de Ray,
en la calma de Alan,
en los ojos de Mango.
Sobrevivo en la resiliencia de mamá,
en el recuerdo de Juan Cruz,
en la admiración de las tías,
en la duda de papá.
Vivo fuerte sabiendo que la muerte me espera con un beso.
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