La primera vez que me masturbé era muy niña, tendría unos 5 años y estaba relacionado al juego, al explorar mi cuerpo, a sentir una sensación nueva que me gustaba mientras disfrutaba. Un peluchito auspiciaba de acompañante en mis juegos infantiles cargados de la inocencia propia de esos años.
En primer grado comencé a darle besos en la boca a una compañerita. Recuerdo que nuestro grupo de amigas hacia un círculo alrededor nuestro para taparnos de los niños varones para que no nos vieran, mientras estos intentaban, saltando, vernos darnos un beso. No recuerdo porqué o cómo llegamos a jugar a ese prohibido, sí recuerdo una sensación de incomodidad al verme en una situación con la que no estaba de acuerdo pero me dejaba llevar por la grupalidad. Por fuera de ese circulo el milenio cambiaba y el escenario nacional economico social se desmoronaba, nos cuidaban de cierta realidad pero hay situaciones que saltan y se ven.
En cuarto grado comenzamos a hablar de niños con las mismas amigas que antes me tapaban. Ellas estaban mucho más pendiente que yo de los niños, de gustarles, de tener que ser madres, de tener novio, de vestirse asi o asá. En retrospectiva éramos muy niñas, tendríamos 8 años en promedio, pero ya hablábamos de genitales, de sexo, de enamorarse, etc. Ese año yo me puse de "novia" con un compañerito que no me gustaba, pero me imponía la presión de hacer lo que el resto hacía, eso me convertía en una más, me generaba pertenencia a cierto lugar "seguro" (las niñas pueden ser unas arpías poderosas). Fui una niña muy mentirosa. Mentía hasta por los codos a mis compañeros de grado. Recuerdo haber inventado que era sobrina de Susana Gimenez, que había leído en un libro que lxs adultxs cuando cogían se quedaban pegadxs como perrxs, y así muchas mentiras que me tomaba medio en chiste, pero un chiste del que sólo me reía yo hasta que la mentira se hacía carne y la sostenía a capa y espada. A ese "novio" que tenía, le inventé que una noche había soñado con él, que nos casábamos y teníamos hijos *inserte sticker de Moria Casan aquí*. Mentiras que me acercaban a mis amigas y me alejaban de una verdad que escondía diariamente y que quería gritar a cuatro voces.
Luego llegó la pubertad. A los 12 años tuve un crush con Bette Midler. Nadie (literalmente) nadie escuchaba a Bette Midler en el 2007 en Argentina, exceptuando gente mucho más vieja que yo con la que no tenía relación. [Quizás debería haber buscado gente que también lo hacía? De cualquier manera no pude hacerlo]. Amaba a esa mujer, estaba obsesionada con ella, vi todas sus películas, llenaba la compu de virus descargando su música por Ares, cantaba sus canciones a los gritos hasta que mi mamá me dijera que ya basta de gritar. Harté a todo el mundo a mi alrededor, me acompañaban como podían en ese gusto tan "raro". No renuncié a él a pesar de las matinees, del reggaetton que bailábamos los fines de semana con mis compañerxs de curso, ni dejé de aprender a bailar cumbia al son de "una cinta en tus cabellooooosss, una flor en tu ventanaaaaa". También tuve un crush con una profesora del secundario. Quería ser como ella a toda costa. Lo que me había llevado años de esfuerzo ocultar con mentiras de repente se volatilizaba. La Ro puberta se dió cuenta que era cruel y que tenía que haber otras maneras, así como había otras mujeres en el mundo además de mi mamá (a quien odiaba y amaba en un pendular incesante que se movía por los polos de todo lo que significa ser adolescente) tenía yo la posibilidad de cambiar, de ser otra, de ser quien yo quisiera, me obligaría a ser eso que brillaba afuera [Era otra manera más de mentir, quizás]
En lo profundo de mi ser, quería cantar, quería bailar, pero no en las coreografias de mierda perreando que bailaban mis amigas, que alimentaban una postura para cierta mirada masculina, que ya intuitivamente me generaban un rechazo visceral a esas edad. No. Comenzaba a querer animarme a hacer ciertas cosas. Comencé a tomar clases de dibujo, clases de teatro, iba al coro municipal, me compré un teclado para aprender a tocar (nunca lo logré porque no había plata para pagar a alguien que me enseñara), soñaba que me entrevistaban frente al espejo (fantasía que aún sostengo). Todo mientras comenzaba a fumar cigarrillos, probaba el alcohol y las jarras locas, en las que mezclabamos todo tipo de licor para llegar a un brebaje lo suficientemente fuerte que nos diera vuelta la existencia, probé el porro, Iba drogada y borracha al colegio, volvía drogada y borracha a mi casa. Mis xadres se separaron cuando tenia 14 años, mi vieja estuvo perdida en una niebla espesa que le nubló las capacidades de cuidar durante varios años y mi viejo no estaba por laburo. Adolescencia y soledad.
Me comenzó a buscar un pibe 3 años más grande que yo (que tenia 14), que no me gustaba pero no era feo, me conformé, tuvimos un amor de verano pero él ya quería coger y yo lo hubiera hecho porque me dejaba llevar; un momento de intimidad. La primera vez que me desnudaba frente a una persona ajena a mi intimidad persiguiendo un placer epidérmico. Eso de aprovechar que no hay adultxs cerca, de estar en la cama de otra persona y dejarse tocar y tocar y besar, y meter los dedos en los pelos de alguien más, todo fue nuevo.
Un gran dolor derivó en un entierro equivocado y guardé en un pozo todo lo que me hacia feliz a los 18 años cuando me mudé sola, a otra ciudad porque ya no podía vivir con mi vieja sin ladrarle. Enterré más una sexualidad contra la que luchaba desde que la directora del colegio secundario decía por los pasillos que yo era lesbiana (qué visionaria, lo supo antes que yo pudiera ni siquiera pensarlo). No me gustaba los tipos pero creia que debía estar con uno, porque así podría algún día tener familia (a pesar de que nunca jamás me vi maternando) y luego vendría magicamente la felicidad. Tuve una parálisis facial a los 20 que me obligó a darme cuenta que estaba errada (y enterrada). [Cuánto lo estaba]
Y me fui como dice la canción. Me fui a viajar por sudamerica, cantando y tocando el ukelele, durante el viaje aprendi a tocar la guitarra. Y canté en colectivos, calles y bares. Me instalé en Ecuador, me enamoré de un ecuatoriano que me comenzó a buscar, no me gustaba tanto pero porqué no darle chance? Tuvimos una relación tranquila los primeros 6 meses, luego todo se fue al carajo. Silencios, celos, propiedad privada, una concepción propia de lo que era estar en pareja que distaba abismalmente de la suya. Igualmente convivimos un año, no tenía nada de sentido la mudanza porque ya estabamos mal pero me fui de Cuenca para vivir en Santo Domingo 1 año al lado de la persona que más amaba como migrante.
Me separé y me fui a vivir a Guayaquil para continuar presencialmente la carrera que comencé a cursar virtualmente por la pandemia.
Apenas vi entrar al aula a esa profesora pensé "guau" como una perra en celo o una niña sorprendida. Al devenir de las clases comencé a desearla con una voracidad que no había sentido nunca, o no me había permitido nunca. Ahí recordé las cicatrices enterradas, la abogada española istriónica que me encantaba cuando trabajaba en el bar en Cuenca, a la que malcriaba regalandole copas de vino merlot; mujeres que pasaron por mi vida a las que me quedaba admirando deseando. Recordé la ternura que me generaba ver un par de ancianas lesbianas juntas, recordé un mapa perdido en los relieves de mi cuerpo. Me entregué por completo a ese deseo sáfico, me alimentaron el espíritu la ninfas.
Qué determina una sexualidad? No tengo ni idea, lo que se con certeza es que no la elijo. Me toma, me eleva hacia un deseo máximo incalculable, hacia el disfrute de mi cuerpo a través de otro cuerpo. Y no me refiero nada más al sexo, me refiero a la libido. Nunca podré calcular ni manejar hacia donde apunta el deseo, pretendo mantener los ojos cerrados y las orejas alertas para escuchar bien donde estoy parada. Olfatear un camino sinuoso. El repaso histórico quizás sea por la crisis de los 30, o una manera de buscar respuestas a través de la ruta recorrida. En la medida en la que nos permitimos vivir con todo lo que eso implica y nos preguntamos qué es esto de estar vivas, tamizamos la tierra y encontramos el oro. El brillo que buscaba afuera estaba adentro, desde siempre. Una crianza violentada es suficiente para reprimir el deseo y recortar lo más humano. Me salvó el amor y la alegría, de adentro y de afuera. Y me armé como un collage con todos los pedacitos de papel, de letras y de miradas que fui encontrando.
Cómo se configura? Menos idea tengo. Siento que en sí misma configura derivas, puntos de fuga por los que se escapan vetas de la existencia; las ilusiones, las narraciones, los deseos, las ficciones, lo compartido, lo reprimido. No es tanto el cómo está configurada sino lo que la configura en sí. Quizás el cómo es el yo, que ni siquiera existe por fuera del aquí y ahora.
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Rocío Giménez Ferradás
Hola! Soy dibujante pero las palabras son un jardin en el que refugio el pensar
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