Manual de instrucciones para seguir construyendo lo posible.
No crea que está leyendo un manual común; este se escribió con la tinta invisible de los sueños que se niegan a rendirse.
1. Antes de comenzar, ordene el lugar donde será instalado el mueble. Procure que sea un espacio limpio, seco, donde la luz del día entre como un huésped confiado. No intente armarlo en rincones húmedos de la mente ni sobre suelos corroídos por pensamientos intrusivos. La base importa más de lo que parece: un sueño no se sostiene en arenas movedizas.
2. Desembale cada pieza con cuidado. Al principio notará que los sueños parecen más pequeños de lo que recordaba, pero no se alarme: el tiempo los encoge para probar su paciencia. Usted deberá alimentarlos a diario, con palabras, gestos y un poco de música. Si los deja olvidados en cajas de cartón, se tornan frágiles, casi invisibles, hasta confundirse con polvo.
3. Evite, en lo posible, exponerlos a sustancias tóxicas. No deje que respiren los vapores del cinismo ni los químicos corrosivos de la resignación. No los acerque a noticieros que gritan tragedias ni a redes sociales donde los mensajes de odio buscan minar cada esperanza. Colóquelos, en cambio, cerca de un libro abierto, de la risa compartida, de un silencio cómplice.
4. Ajuste los tornillos. Si al ensamblar nota que la madera tiembla, que las tablas parecen bailar como si quisieran escaparse, recíteles un poema, póngales música suave, déjelos escuchar la voz de alguien que todavía cree. Los sueños, aunque de madera, responden al calor humano más que al martillo.
5. Compruebe la estabilidad de la estructura. Si encuentra que algo no encaja, no fuerce demasiado: a veces los anhelos se tuercen un poco, pero es en esas curvas donde aprenden a sostenerse mejor. La rigidez absoluta los quiebra; la flexibilidad, en cambio, les da vida.
6. Si un día descubre que los sueños ya no están donde los dejó, si se deslizaron durante la noche hacia otros rincones de la casa, no se desespere. No los busque con linterna en mano como si fueran llaves perdidas. Ellos saben volver. Regresan siempre que hayan sido cuidados, y lo hacen con más fuerza, con cariño, con esa obstinación serena que solo conoce la resiliencia.
Nota final del fabricante:
A esta altura, ya debería comenzar a tomar forma el mueble de sus sueños. Puede pintarlo con barniz de esperanza, cubrirlo con blanco de anhelos o decorar con brillos de autocuidado. No hay colores prohibidos, solo los que usted se atreva a mezclar.
Recuerde: este no es un mueble terminado. No tiene fin ni modelo definitivo. Cada día habrá un tornillo que se afloje, una tabla que reclame atención, un detalle que pida ser repintado. El manual, en verdad, nunca se acaba: se reescribe a diario con su paciencia, con su fe y con sus ganas de seguir apostando.
Y aunque a veces le parezca frágil, aunque los ruidos del mundo intenten corroerlo, lo sostendrá siempre la certeza de que vale la pena. Porque este mueble no guarda ropa ni vajilla: guarda la vida que soñamos. Y armarlo, una y otra vez, aun con manos cansadas, es la forma más secreta y sublime de seguir creyendo.
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