COLUMNA (#4): Calígulas – Neutro Shorty
En el ADN ya no solo de nuestro hip-hop nacional, sino en general, en la génesis del movimiento, la calle ha sido escenario fundamental para el desarrollo del discurso de muchos artistas. Tanto los b-boys y b-girls que adoptaron el pavimento grisáceo como pista de baile donde brillar, pasando por los MC´s que en los bloques que conformaban su guetto encontraban una salida para registrar lo que ahí se vive, hasta los graffiteros que tallaban los muros de concreto con sus nombres para que se supiese que ahí residían. La calle arropó y fue hogar de muchos que estuvieron, están y estarán en ella. Un lugar donde el mundo existe y el humano también sufre, pero que como bien dijo el intérprete Héctor Lavoe “es una selva de cemento” de la cual no hay que descuidarse, y asimismo, hay que transitarla con seriedad y respeto. En el imaginario hip-hop colectivo, y partiendo de la calle, se desarrollan dos vertientes interesantes: el que viviendo las andanzas callejeras consiguió un medio para desahogarse, retratarse y buscar un mejor camino, y quienes siendo ajenos a este estilo de vida se vieron atraídos e interesados por los “códigos” y maneras que provenían de la misma, con el fin de replicarlas y sentirse parte de algo. Resumiendo: los que la viven, y los que quisieran vivirla. Esto da para un extenso debate en el que no pienso ahondar hoy, pero vaya, en síntesis espero haberme explicado.
Ahora, volviendo a Venezuela. Acá en mi territorio (como en casi toda Hispanoamérica) el hip-hop fue abrazado y reinterpretado a nuestra manera, desde nuestros horizontes y sus contextos, dejando un lugar común donde podían residir sus artistas. Para nadie es secreto que Venezuela desde época de los noventas (paralelo a la llegada del hip-hop como cultura) ha atravesado un periodo de violencia que con sus altibajos a lo largo de los años ha sido compañía del venezolano de a pie desde entonces. Nuestra tierra que ya no es la que fue está rota en su tejido social, la lucha del más fuerte ha sido guiada por la maldad, la codicia, la avaricia y demás, este mismo es el panorama que crio a muchos de los que posterior serían nuestros representantes del género, y con más hincapié, el que sería la inspiración para quienes desarrollaron lo que hoy conocemos cómo: Gangsta rap venezolano. Caracas es cuna de esta vertiente, ya a inicio de los dos mil grupos como Guerrilla Seca, 3 Dueños o el compilado de Venezuela Subterránea fungieron como genoma del rap caraqueño, e incluso yéndonos pa´tras en las plazas de la metrópolis (S/o Chacaito) ya empezaban a dar sus primeras apariciones gente como Franco del Área, Ardilla, Rekeson, Biancucci, el Prieto y demás nombres que hicieron camino. Hoy el rap caraqueño tiene su forma y es reconocido por sus matices crudos, contestatarios, violentos, coño´e madres y firmes para la pelea gracias a gente como la ya mencionada. Venezuela es retratada en este discurso (céntrico, por demás) como una zona árida, en la que la desconfianza protege y la confianza te vuelve carne de cañón, un lugar donde el acceso a las armas es sencillo, donde la droga mueve la economía y la lujuria y el sexo no se hacen de rogar. Un pavimento cuanto menos peliagudo para transitar donde la ley y el orden van por mano propia, donde el paco es sapo y el malandro un antihéroe, y ambos son víctimas de la cúpula gubernamental que se asienta en la capital. Aquí ya había trap antes de enterarnos del trap cómo género, y eso es un matiz muy interesante que le da valor a nuestro movimiento. Anticipamos en sonido y lírica a muchas naciones que después se pegaron a esta corriente, aquí ya había trap desde Guerrilla Seca con “apuéstale al negro” (2002) o “barrio de Pakistán” del Prieto (2010). El árbol genealógico del gangsta rap venezolano transita desde “La realidad más real” (2002), Venezuela Subterránea (2004), pasando por nuestro gran mártir Mc Ardilla (RIP), hasta llegar a tiempos más contemporáneos con Baroni One Time, Treicy, Akapellah y como no, el protagonista e inspiración de esta columna, Neutro Shorty con su álbum: Caligulas (2017).
Neutro es un perfil de rapero que ha sido producto de la disciplina y el no desligarse del sueño que nutre el alma, un carajo que como pudo y con lo que tuvo, nunca le ha bajado o ha dejado a un lado su camino como rapero. Dicho sea de paso, no solo consta con una disciplina brutal, sino que parece bendecido por un talento innato, un don, un algo, y como dicen por ahí “el que la tiene, la tiene” no se discute. Su repertorio a lo largo de los años ha sido testigo de múltiples batacazos, temas que quedan pal recuerdo como “Pa´ las pokemonas”, “Maquito” o “Paranoia”; y es que antes de lo que yo considero su Opus Magnum (Caligulas) el recorrido discográfico de Neutro no es para nada despreciable, de hecho, muchos de sus clásicos y joyas se esconden tras títulos como “19 Puntos”, “El negocio sucio”, “El rey de los pobres”, álbumes que le permitieron a Neutro ir curtiéndose no solo en el movimiento nacional, sino personalmente como artista. Lugares comunes donde empezaba a entender cuál era su abanico de posibilidades, sus proezas y debilidades, manejar las distintas cadencias que su flow le permite, afilar su lápiz y presenciar historias que lo inspiren como humano. Neutro es un rapero y artista que no le ha temido a la experimentación y vuelve y juega, parece que su don le permite con facilidad brillar y acoplarse a cada forma en la que ha decidido expresarse. Considero que su nombre pasa por debajo de la mesa cuando se enlistan los grandes referentes que han pasado por nuestro territorio, y me parece injusto pues si a rapear vamos, Neutro ha demostrado que su rapeo se le para en frente y supera a muchísimos, y esto lo dejó más que claro en lo que yo considero su mejor proyecto hasta la fecha: Caligulas. Este proyecto engloba el rap gangsta venezolano sin volverlo una maroma o un circo en el que se blanqueen las crudas realidades de nuestra tierra, no romantiza la vivencia callejera, más bien exterioriza su perspectiva de la misma. Cierto es que en la música y sobretodo en el hip-hop al que la vive, cuando la cuenta, uno le cree, porque sabe que lo que se dice no es coba, y no todos los perfiles del rap tienen esa credencial, Neutro la tiene. No veo en él a un fanfarrón, veo a un pana puesto en sus cabales que deja que el ego lo proteja para demostrar quién es y su valía. Este proyecto es prueba inmaculada de ello. Un álbum testimonial que libera todo lo que Neutro es como artista y como rapero, el disco en su catálogo que se diferencia por ser piedra angular que lo catapulta e internacionaliza poniéndolo codo a codo con los grandes. Ya él gozaba de un prestigio nacional y un repertorio que era abrazado y estimado por el público venezolano, pero en este disco fue con todo. Fue a por el pez gordo, y lo consiguió. Es el proyecto que resume de manera exacta y superlativa su sonido, su lírica, su discurso y su cosmovisión del hip-hop. Gangsta rap venezolano, modernizado y pulido para ser entregado a un nivel bruto e irrepetible. ¿Quieres trapicheo veneco para entender nuestras formas? Este disco es el abrebocas perfecto para esa búsqueda.
Como proyecto le encuentro un valor agregado por todo lo que lo constituye como obra, aquí ya Neutro curtido y experimentado decide darle forma seria a su imaginario, a él cómo universo artístico y es cuando da nacimiento a su alter ego “El desgraciado Rick Billy” que es el alienígena que sale en la portada del disco como representación de su persona. Esto no es dato menor porque la construcción de la imagen propia es lo que hace que nos encasquetemos en el imaginario colectivo, cuando tú ves a ese alien ya sabes que se trata de Neutro, y esa es una efectividad que te hace acceder a otro nivel. Ya con su diseño visual claro solo queda adentrarse en uno de sus tracklist con mayor cantidad de bangers, temas emblemáticos que pasan desde el rap más clásico, hasta el trap actual, o el r&b, muchos temas acompañados por coros destacados y pegajosos con mucha identidad que desbordan su venezolanidad en cada cadencia escupida. Aunque con respecto al tracklist me permito decir dos observaciones. La primera es que escuchando el álbum casi desde que salió, he podido macerar y entender que este disco según mi criterio, no brilla por sus fts, aunque algunos son más memorables que otros, sin duda el protagonismo se lo sigue llevando Neutro, y es notable la diferencia entre sus apariciones y la de sus colaboradores. Esto no es que asesine al proyecto, pero sí le resta, like, a este álbum le sacas los fts y seguiría siendo uno de los mejores discos del hip-hop venezolano sino es que más, porque le estarías restando esos pequeños contratiempos. Como segunda observación sí creo que las canciones en conjunto y siguiendo el orden presentado parecen un poco inconexas, vaya yo entiendo que esto no es un disco conceptual, pero pasar de “El mio” a “Desnuda” inmediatamente es un golpe brusco en el mood de quien escucha, aunque ambas terminen siendo temazos. Considero que el disco tiene suficientes canciones con variedad de estilos como para hacer entrega de una mejor montaña rusa sensorial, una reorganización que conecte mejor los matices presentados y haga más fluida la escucha del álbum.
Mi conexión con este disco es especial, fue el primer disco de rap venezolano que no solo es contemporáneo conmigo sino que además escuché en entereza. En general, no solo con el disco, puedo decir que Neutro fue el rapero que al descubrirlo me hizo entender y decir “coño, a mí me gusta que jode esta vaina” y no solo adentrarme en el rap como un oyente, sino al final como un practicante y por demás, un escritor de esto. El conocido efecto mariposa que le llaman, este disco fue la primera pieza de dominó que desencadenó a las demás. Es curioso ver este proyecto porque no solo lo contrasto con Neutro como artista y lo comparo con su catálogo, sino que escucharlo es recordar a ese joven que con trece años se memorizaba junto a su primo todas las letras (S/o Anderson) para decirlas paralelo a la original. Fue una fiebre muy grande y producto de su época, que hizo que no solo este disco sino lo que es el 2017, 18 y 19 de Neutro fueran mi principal banda sonora. Su música me representaba y no por ser yo alguien proveniente del contexto callejero (nada más lejano a mi realidad) sino porque encontraba con curiosidad como en su obra había una sinceridad brutal y un abanico de flows que me hacían volar la cabeza, fuera´e beta. Este disco me enseñó cómo carajos se tenía que rapear para partir una pista, esa efusividad, ese carisma, ese nivel presentado fue algo desconcertante. A este disco yo, actualmente, le quitaría dos fts (Los de Black Pride, sorry not sorry) y le anexaría “El maldito asesino en serie” que es un tema producido bajo la idea de Caligulas pero que nunca vio la luz junto al resultado final y que quedó como un inédito para los más interesados y le agregaría “Soy yo” de su participación en Cyphers Effect. O sea, ¿tengo que escribir más sobre esto después de haber mencionado ese tema? Ese tema fue el himno de la generación que fue adolescente en 2017, un clásico instantáneo producto del destino y sus planes secretos, que salió post-álbum pero que funge como la cereza perfecta que necesitaba el pastel, ese tema fue el detonante y el cierre de una etapa en su carrera así como el inicio de otra, ese tema es cosa bárbara y el que lo vivió, me entenderá. Este disco es especial en mi vida y mi desarrollo como persona y amante de esta cultura, es un discazo que me sé de pe a pa, que me trasporta en el tiempo, que me sube el ánimo y que me recuerda que mi tierra ha sido, efectivamente, la cuna de los más grandes raperos en español, palabra.
Sin nada más que agregar, sean bendecidos mis mente loca.

Gabriel Hostos
Solo un muro en el que postearé mis escritos en todas sus posibles presentaciones. Rap, honoris causa
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