COLUMNA (#3): Cuarto Manifiesto – Khali Issis & Cahier
“En Venezuela es donde se hace el rap más arrecho de toda habla hispana”, así sentenció Lil Supa en su álbum YEYO, pero ante esta tajante y decisiva premisa tengo varias cosas que decir. El movimiento de rap venezolano se encuentra en una dicotomía, pues para nadie es secreto que el gentilicio veneco es sumamente respetado a nivel internacional por la calidad de su rap, gozamos de múltiples referentes que a través de generaciones le han echa´o pichón para aportar su grano de arena y reivindicar nuestra tierra dándole un espacio en el podio. Tenemos temas que son himnos del hip-hop hispano, nuestros artistas recorren el globo de la mano de sus giras, nuestra tierra dio vida al mejor liricista jamás parido, grupos consolidados y raperos que se han colado en las premiaciones con mayor prestigio del espectáculo, pero, ¿cómo andamos de puertas pa´ dentro?, la respuesta corta es: quebrados, pero prefiero detallar la respuesta larga así que vamos con ello. La diáspora y la situación país afectaron a todos los gremios y rubros en mayor o menor medida, y nuestro hip-hop no es la excepción; planteaba al principio que había una dicotomía en el movimiento venezolano, porque si bien estamos presenciando un presente brillante de resurgimiento, da la sensación de que nuestro discurso de “ser los más arrechos” goza más bien de una vieja gloria, como si estuviésemos disfrutando del cobijo de la sombra de un árbol ya plantado. Noto un estancamiento tanto en el discurso, como en las formas, como en las propuestas de nuestros raperxs, parece ser que ya atajamos la fórmula de como “debe” sonar nuestro hip-hop, y sin ningún tipo de introspección solo se replica, con pequeñas diferencias, pero se replica, cuestión que afianza más a los que forman parte de nuestro “mainstream” pero nubla y estanca a lo que se supone es nuestro “under”, o mejor dicho, lo que debería ser nuestro relevo generacional, porque terminan siendo escasas las propuestas innovadoras, propias y refrescantes que pudiesen aportar algo nuevo a la mesa. Somos los más arrechos y ahí nos quedamos, nadie puso en duda eso, ni se planteó su veracidad o atentó contra el statu-quo del hip-hop venezolano, aunque bueno, el proyecto que me planteó todas estas dudas e incentivó esta columna sí que lo hizo, y es que todo este monólogo surge a raíz de escuchar Cuarto Manifiesto, el álbum debut de Khali Issis y Cahier, una dupla artística que sin duda tenía algo que decir, y lo dijo.
En Venezuela estamos faltos de un relevo generacional que se tome enserio el cosechar a largo plazo, por dos motivos, los que aun cosechan y le echan bola viviendo en Venezuela tienen nada más y nada menos que el obstáculo de una dictadura sanguinaria, y quienes pertenecen a la diáspora trabajan de manera individual, o terminan mimetizados y destacando con la movida donde residen, lo que nos deja un panorama actual estancado, mas no aburrido como planteó Emblema en ese horrible y doloroso intento de ser Residente. Estamos distribuidos, distanciados y estancados, cómodos en la fórmula y cómplices de nuestros grises, pero Cuarto Manifiesto reluce como una de esas propuestas que vino a “salvar la patria” y a darnos a los insatisfechos un nuevo motivo por el cual emocionarse. Este disco se para desde una polémica e interesante arista, y es que, teniendo el peso del prestigio del rap venezolano (como ya puntualicé), cómo te sentirías si este peso más que un orgullo es una cadena, una limitante y un fastidio porque siendo sinceros, no te hayas representado en él. Pertenecer a uno de los ecosistemas más raperos del globo, y siendo rapero y artista ver como ese factor no te genera pertenencia, es cuanto menos un preámbulo trasgresor para lo que será tu discurso, y es que la búsqueda de este proyecto se sintetiza en como bien dice Cahier “ya no quiero rapear como esos malditos”. Aquí se expande la conversación, aclaremos. El hip-hop es un movimiento que depende bastante del contexto del artista que se involucre con él, su contexto nutre su cosmovisión/referencias/estilos, etcétera. Siendo así, y hablando en gran escala (para no desvariar), el adn del rap venezolano históricamente se divide en: el rap conciencia, y el rap malandro, la elegancia maracayera y el coño´e madreo caraqueño. Estas dos vertientes resumen a priori nuestras maneras, pero en ambas hay vacíos y desaciertos, y siendo justos, terminan sin explotar todo el potencial del discurso que podría tener nuestro movimiento, pues no arropa ni le queda a todxs. Como sociedad y movimiento tenemos muchas falencias, pues la situación país es tan abrupta que parece que obnubiló y sentenció al venezolano de a pie a solo tener cabeza para sobrevivir, a solo pensar en cómo prevalecer su supervivencia, y así se termina barriendo bajo la alfombra muchas coyunturas y problemáticas sociales igual de importantes para el funcionamiento de una comunidad, normalizando así la misoginia, pedofilia, clasismo, homofobia, racismo, endofobia y demás males que atentan a nuestra tierra, y el rap venezolano no se escapa de ser cómplice de esto, por suerte, no todos buscan ser cómplices ni quedarse quietos con estas realidades.
Venezuela tiene muchos cómplices en sus haberes, y varios de nuestros raperos/artistas con sus discursos fungen como uno. Por ejemplo, la vertiente del rap malandro parece ser una demostración desesperada de hombría y búsqueda de validez de la “calle”, un lugar donde gana el más “macho”, discurso que no solo reniega de una masculinidad sana, sino que blanquea el peligro que supone la vida del suburbio la cual nos ha quitado a muchos referentes del real rap gangsta venezolano, además se apoya por lo general en la misoginia y homofobia para enterrar a sus víctimas. También busca resaltar el éxito ficticio donde las mujeres conforman un harem que satisface el lujo obtenido por el raperito de turno, y así con muchas cuestiones e injusticias. Raperos maltratadores de mujeres que son encubiertos por sus compañeros (Sibilino), casos de acoso sexual a menores (Tayko), el encubrimiento de asesinos (Caso Tyron) y un constante recordar que las mujeres son una muñeca inflable y todo el que es marico es débil y la víctima con la que el rapero sentirse más hombre, es en contra de todo esto con lo que Cuarto Manifiesto se enfrenta. Este proyecto de quince tracks se origina en la mente de una dupla puramente venezolana y con una sexualidad más abstracta que el clásico binarismo (puntualizo esto por lo que dije anteriormente, el contexto lo es todo) que insatisfecha de lo ya existente, vino a empujar con los codos para hacerse su lugar. Esto sí es una obra interesante y que da pie a muchas lecturas, con una perspectiva jocosa, crítica y firme que busca demoler lo ya establecido, podar el monte quemado y ver cómo se puede florecer nuevamente; este es un trabajo íntimo, sólido y sentido que más allá de mostrar los colmillos para dejar claro que muerde y muerde duro, busca ser el refugio de los incomprendidos, abrazar a quienes el movimiento rechazó o silenció, darles su espacio y recobrar con fuerza la lucha por la verdad, por su verdad. La escucha del álbum te adentra en su universo sonoro, te presenta la desnudez lírica de dos lápices que no se van a dejar callar esta vez. Cuarto Manifiesto es el dedo y limón en la llaga, la conversación incómoda que algunos desde su privilegio evitan, la pelea necesaria, la búsqueda de re-significar y agregarle un nuevo valor a aquello que uno ama; aquí hay más que postureta de malandro-rap, aquí hay coño´e madreo de vida real proveniente de las entrañas de los sentimientos de una dupla artística que hace entrega de una de esas piezas que solo el tiempo le dará su lugar. Este disco supo replicar el “malandreo”, agresividad y firmeza del rap venezolano sin caer en el cliché estereotípico de lo que se espera del rap venezolano, por eso trasgrede y añade una nueva manera a este abanico de posibilidades, convirtiendo el proyecto en un discurso refrescante que busca desestabilizar la estructura y añadir su peldaño, incomodar y expandir la conversación sobre nuestro movimiento.
Para concluir quiero cerrar varios puntos. No digo que todo el rap venezolano que se está haciendo fuera y dentro del territorio es malo, cliché o básico, hay muchas propuestas chéveres y de pingas que se escapan de la norma (como la ya mencionada), muchos artistas que están haciendo cosas interesantes como por ejemplo OG Skillz, o Ser G Soul en Argentina, propuestas cargadas de identidad y que dan sobre qué hablar. Toda esta columna no busca socavarnos, más bien mi intención es hacer hincapié en esas falencias que nos hacen, actualmente, ser un movimiento respetado pero no innovador, ser cuna de leyendas pero no una tierra que amamante a los nuevos nacidos. Somos un país y movimiento resquebrajado que no ha llegado a pulverizarse o caer en el olvido, porque efectivamente fuimos “los más arrechos”, cosecha fama y acuéstate a dormir dicen por ahí. Apunto a un futuro en el que consolidemos un mejor movimiento de rap venezolano, recobrar aquello que nos hizo grandes y re-significar nuestra identidad. Un movimiento que pueda darse con libertad dentro de su tierra, fuera de los prejuicios e impulse nuestro mercado nacional para hacer entrega de un producto solido al extranjero. Apunto a una escena en la que las mujeres y maricos sean partícipes de nuevas formas y universos y no solo los bufones de los inseguros. El hip-hop venezolano no ha muerto, porque allá donde haya un fon y un rapero venezolano siempre habrá show, el hip-hop venezolano aun no ha muerto porque sigue existiendo gente como Khali y Cahier creando un Cuarto Manifiesto.
"Desenterrando los huesos del talento veneco".

Gabriel Hostos
Solo un muro en el que postearé mis escritos en todas sus posibles presentaciones. Rap, honoris causa
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