Coincidamos en un café.

Ultimamente, más que nunca, me he cuestionado si es válido extrañar a un amor que fue, pero no volverá a suceder.

Su recuerdo llega a mi mente a menudo, las ganas de escribirle una dedicatoria desbordan mi ser apenas le recuerdo o le sueño. Sin embargo, a la hora de iniciar con las letras, no logro encontrar palabras con las cuales debería empezar.

Aunque yo ya no necesite de su amor —y seguramente usted del mío tampoco—, me parece tormentosa la idea de que una ruptura implique el quiebre del voz a voz que se tiene con alguien con el que alguna vez se resonó en armonía al unísono. No sé usted, pero ¿cómo se supone que no le recuerde?, ¿que ya no pregunte siquiera cómo se encuentra?

¿Ha comido bien? ¿Se ha sentido en compañía? ¿Peleó de nuevo con su madre?

Han pasado más de cuatro años desde que dimos fin al amor inocente que alguna vez usted y yo tuvimos, ese que estaba escrito en tinta roja sobre el corazón suyo y el mío. Pero el tiempo y el cambio de tratos no significan que yo me haya olvidado de su bienestar. Me preocupo por usted igual que antes, solo que sin el amor de por medio. He de reconocer que existe un cariño y un querer muy grande que me aferran a usted, uno que nunca se irá.

Me gustaría hablarle. Sin malinterpretaciones de por medio o intenciones que vayan más allá que la de asegurarme que usted está bien.

Ojalá algún día pueda expresar la angustia que me genera despertar de un sueño donde puedo verle, porque allí logro sentirle cerca, hasta que la realidad me abofetea con la certeza de la ficción. Ojalá poder coincidir un día y ponernos al tanto de nuestras vidas.

¿Cómo va su carrera? ¿Ha vuelto a enamorarse? ¿Logró sentirse suficiente?

Ojalá nadie piense que esto es un intento por querer volver a enamorarle, porque no va de esto. Usted me hizo feliz, prometí quererle y estar para usted siempre en todo lugar y en cualquier manera.

Conoce usted cómo soy respecto al pacto que se hace al unir dos meñiques con un deseo de por medio. No es de extrañar entonces que le esté extrañando tanto. Tampoco le debe sorprender mi afán por encontrarle en plena vía. No niego que tengo deseos por coincidir en una cafetería y pedir de todo menos café, porque a usted no le gusta y yo —que amo el café— quiero compartirle de lo que estoy bebiendo.

Ojalá usted me compartiera un poquito de su recuerdo.