Pienso, luego existo, y luego,
después de un gran bostezo, no recordaré la última frase que te dije
Ni la mueca que te hice en la cocina
Ni la nalgada que te di cuando pasaste ante mí
provocándome con tu risa de burla e invitación
Pienso, luego existo, y te miro de soslayo
queriendo ponerte de rodillas mientras pienso en las ocurrencias de Descartes
y me olvido de fregar la taza del café,de sacarme el calzoncillo sucio,
de rascarte la espalda allí donde nace la cintura
De ser un simple pez buscando nadar en tus aguas vacilantes
A veces turbulentas, siempre deliciosas
Pienso que hace dos horas,
cuando el sol amanecía al otro lado del río,
te fascinabas con la luz que cegaba y destrozaba
Y yo, tibio y olvidadizo,
pasaba de la belleza del nuevo mundo
Del día frugal que comenzaba delirante y tierno
entre tus nalgas y mis lamentos de labios
y saliba.

Yom Hernández
Aquí un licenciado en Historia, loco por la literatura que lee y escribe pertinazmente. Mi primer libro Memorias de un confinamiento se puede buscar en www.edicionesatlantis.com.
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