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Coffee Raves

Aug 4, 2025

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Coffee Raves
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En una ciudad que vive a mil y duerme poco, donde las pastis se disuelven en agua y los afters se extienden hasta el lunes, aparecen las coffee raves. Sí, joditas con café, con cookies, con te de hibiscus y energía líquida envasada, como si la fiesta necesitara una cuota de legalidad para volver a ser divertida.

La cita fue un mediodía en la avenida Del Libertador, altura seis mil, casi a pasos del Barrio Chino. Una cafetería prestó su vereda para lo que empezó como una reunión de 80 personas y terminó como una muestra en vivo de cómo el algoritmo también baila. Nada de estrobos, nada de pastillas: esta vez el beat fue acompañado por espresso doble, galletitas con chips y cámaras buscando el próximo it-boy para las redes.

Acá no hay fisuras ni oscuridad. El sol dejó en evidencia que la jodita, sin sustancias, igual puede tener su mística. Y aunque no sea la mística original —esa de club pegajoso y mirada perdida—, lo que hubo fue energía, fue cuerpo en movimiento, fue comunidad.

No es casual que este tipo de eventos surjan en la era del burnout generalizado. La juventud que vivió el colapso de todo —trabajo, vínculos, clima, economía—, ahora se da el lujo de hacer la misma fiesta, pero sobria. Y lo que para algunos es un acting narcisista o una escenografía para influencers, para otros es un paréntesis sano en un sistema que te quiere enfermo para venderte la cura.

Claro, también hay rosca de egos. Outfits imposibles, competencia por quién brilla más al mediodía, perfumes que huelen a petrodólares. Pero dentro de ese delirio, hay algo que se mantiene puro: el deseo de reunirse sin tener que autodestruirse. Quizás no sea tan profundo, quizás sí. Pero lo que está claro es que hay un cambio.

Al final, estas coffee raves no son ni revolución ni farsa. Son apenas un síntoma. De una generación que ya entendió que el mundo se va al carajo, pero aún así, baila. De día. Con un café en la mano. Y sin pedir permiso.

Luciano Marcos

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