Lo más cobarde que alguna vez el humano pudo hacer es huir por la puerta principal, un miércoles de enero, al mediodía, en plena luz del sol. Y que, incluso con su obviedad, ningún ser existente cerca de ello lo pudo notar.
Eso se creía hasta que se descubrió que también se podía escapar por medio de la puerta trasera, a mitad de la noche, después de haber complicado las cosas, solo para tener un "por qué" mínimamente válido para irse.
Pero aún más cobarde que eso es el simple o complicado hecho de que, después de los meses de haber huido, por cualquier puerta, a cualquier hora, esa persona se atreve a volver, como si nada pasara, como si nadie sintiese nada, como si no fuera responsable de mil noches en lágrimas, o incluso madrugadas.
Porque si es cobarde irse, es de gente sin sentimientos atreverse a volver.
O eso es lo que crees mientras vives en el papel de quien despierta en la mañana y descubre que no hay nadie, o quien vuelve al anochecer y descubre que de ese hogar que con tanto esfuerzo se creó, ya no queda nada.
Cuando terminas siendo esa persona que busca desesperadamente un momento para salir corriendo por la puerta trasera, y al no verse capaz, saber que su única salida será irse por la delantera, una tarde de enero, las cosas cambian.
Una vez que ocupas ese lugar que tanto odiaste, descubres que en realidad no son cobardes. Son representaciones de cosas que no se dijeron, de palabras que se derramaron del vaso porque estaba lleno y ninguno quería reconocerlo.
Son ese sentimiento callado por el miedo a soltarlo y que se salga de control.
Ves que esos cobardes también tienen noches llorando y culpándose de no haber sabido aguantar una noche, un amanecer más. Que también son víctimas de los pensamientos y de ese impulso de regresar y borrar todo lo que alguna vez hicieron o lo que les llegó a faltar.
Te das cuenta de que, al igual que todos, solo son un grupo de gente más, que aprende y se equivoca en grande. Que pone a prueba sus límites y que, cuando ven el vaso desbordarse, reconocen que su hora de salida era hace mucho tiempo, pero que todos los días lo dudaban un poco más. Queriendo ver si podían aguantar un poco más.
Y cuando eres parte de los dos, tanto quien ve las cenizas de lo que alguna vez fue su hogar, como quien se esperó hasta lo último de su límite para ver si lo podía salvar, ves que no son tan diferentes.
Solo son personas que se equivocan y aprenden. Que cambian, que se cansan y buscan una salida, que tratan de arreglarlo y no saben cómo. Solo son personas. Como cualquier otra.
- Sayla.

Sayla 🌲
Solo soy un alma contenida en un árbol. 🌲 «Ahora me veo otra vez a mí, más allá de un sentir.»
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