Clics, clics, clics.

El contacto cariñoso del amor me puede destruir
del mínimo abrazo o beso en la mejilla suelo huir
pero siempre aclaro que “no es una actitud que elegí”
la desaparición del amor “me dejó así”.

No logro concebirme al nutrirme de magras emergencias
podría retransmitir el apego, dejarme influir para fluir,
pero siempre aclaro que “me da miedo repetir”
la aparición del amor “para que vuelva a morir”.

Si alguien me sonríe me suelo reprimir.
“te amo” es una expresión que dejé ir.
Sustituí arriesgar para obtener escudos, esquivar y eludir.

“Inhibí tantas miradas que ya no me miro ni a mí”.

Me recluí para protegerme del terror
que produce la desaparición del amor.
Pero es un sentimiento inamovible,
por eso me escapo de diferentes maneras:
días tras día, mes tras mes, año tras año.

Y soy un muchacho que busca constantes elipsis:
pasar de un mal momento a uno mejor (falsamente),
como si no ocurriera nada en el medio.
Podría ser la síntesis de un posible suicidio:

“¿De la probabilidad desesperanzadora se puede huir?”.

En el colectivo siento sobredosis de psicosis
colapso en los asfaltos del conurbano bonaerense.
Y en los bares juntos a mis muertos pérdidos
con manhattan brindamos por las profundas crisis,
aquellas que estrujan mi empapelado corazón
y me dejan en una vereda sentado y sin razón.

Mi rostro opaca a las nubes que ocultan a la luna.
Se pausa mi cuerpo observando el descenso de la lluvia,
el cielo acuoso de este escabroso y odioso país,
y a pesar de mojarme, fumo mientras suenan los clics
y te esfumas acompañada al viento de un recuerdo gris

¿Qué se esfuma?
Simplemente la nostalgia de volver a ser feliz.

¿Qué es ser feliz?
Poder amar.