súbitamente, los cimientos viscerales zarandean la sustantividad que me erige, al transcurso otoñal y pluvioso de la materialidad exógena horadando mi ánima, esa que anegada por un manifiesto indómito de cruenta veracidad en tiranía me oprime bajo las rocas uliginosas, relegándome en la claustrofobia de mi realidad como primogénito aciago y de perennidad fúnebre entre sismos consabidos.
fatídica calcinación, acaece a través de mi armazón esquelético trepidante, al ceñirme en los atisbos de dulce y agraz precisados vía inconmensurables óbitos, quintados a un fario inacabado mortificándome de magulladuras pretéritas que en crepúsculos postreros agravian mi innata dicotomía, réproba hacia el íntegro todo o la írrita nada, yaciendo en dádivas tumultuosas a mi bomba impelente desahuciada, mermándome la ventura.
negligencia, el acto progenitor de impericia ruin que me entroniza y corona con abulia mis sienes, relegándome a la barbarie álgida de una febrícula letal en ambiciones, ante una primavera traidora, embustero clímax que jamás aborda sacudiendo los océanos de mi pertenencia, floréandolos de iridiscencia vítrea al plenilunio, allí cuando el vacío necio no da tregua a la impulsividad autodestructiva en bravata a padecer más que partidas abandónicas.
inminente acechanza, limítrofe ha rastreado inclusive las memorias que extravié por delirios y quizás habitan a plenitud en la amnesia que me desvaría, escudriñando sentencias sin remitentes para las crónicas drásticas que me adjudico, imputándome el achaque criminal en mixtura de codicias por su domesticar en plañidera consolación, para el legítimo infante abarrotado por cicatrices implícitas, fármacos anárquicos y turbulencias adictivas.
aplacamiento, amerito sinfín pesquisando los añicos conciliando el yo unitario implorando euritmia primitiva, bautizándome de arpegios expoliando las encrucijadas aletargadas y dimanando cromáticas a mis lienzos, ya que sustento aún la irrisoria ilusión de carecer a las cuatro paredes rehabilitadoras, diversificadas y añosas que ratifican mis lágrimas siempre blindadas; contrapuestas a una fiel ensoñación donde me disculpo <a mí mismo>.
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