¿Cómo hablar de la vida sin hablar de la muerte?
El disfrute, el gozo, viene por la certeza de que ese algo se va a terminar. Dualidades, donde una mueve a la otra a un movimiento, una danza, quizá una de las más complejas de bailar. ¿E por qué hablo de eso? Porque durante eso que llamamos de vida, hay muchas micro vidas, ciclos, inicios y finales, muertes.
Nací y morí muchas veces.
Podría hablar sobre cuando fui un adolescente rebelde y depresivo, con mis pelos largos, cara cerrada, sin ganas de mucho, o mejor, ganas de tener una Kombi y ser hippie (aunque la idea aún se me asombra). Ganas de salir de mi pequeña ciudad, Santo Antonio de Posse- SP- Brasil. No tenía muchos motivos, pero tenía ganas, las únicas ganas.
Podría hablar de cuándo logré salir y me fui a Rio Claro- SP, a estudiar Ecología. Quizás. Largos y cortos siete años. Podría hablar de cuando fui chamánico, místico, terapeuta, poeta. Todo y nada a la vez. O de los 3 meses que se tornaron siete años en Perú, donde me enamoré, de una loca y bella mujer y he tenido el corazón roto. Una de las muertes más complejas hasta hoy. Me enamoré también de la fotografía, aunque que esa siempre estaba presente desde los principios.
Y ya que hablé de los principios, podría hablar de cuando jugué a ser fotoperiodista, a los 17 años, si no me equivoco, cuando, con la cámara de mi viejo, mi hermano y yo, hicimos algunas entrevistas y fotografiamos a mi abuelo José, el precursor de la fotografía en la familia, hasta donde sé. Apuntamos sus historias y perdimos las hojas en algún canto de la casa. ¿Dónde estarán, me pregunto?
Hablar también de que en verdad mi vida es una búsqueda de evolución constante para tratar de ser más humano, de que todas esas muertes y vidas han servido para mejorar cómo ser. Y, aunque sí, es verdad, pero no, muy aburrido. Les aburriría también. Y de aburrido ya basta mi vida y muertes…
Es algo difícil hablar de uno, en realidad evito. Me parece más interesante saber de su historia, tú que me lees ahora. Sí. Cómo te va, sus conflictos, sus logros, pero principalmente sus fracasos. ¿Dónde crees que falló? Sus tristezas, dolores, y obviamente sus alegrías genuinas. Dualidades vinculadas. Prefiero, de que hablar de mí y mi ego confuso.
Pero como se trata de eso, como las posibilidades de contar son muchas, rebusque algo adentro de mí, algo que pudiera simbolizar esa corta historia de mi vida, como cuando encuentras una foto antigua que te lo dice todo. Estaba en eso, mirándome como un “gran contemplador” de lo interno, mirando mis 36 años, memorias y memorias, pero nada que fuera tan sintetizador así.
Y en esa tentativa de contemplar, me pasa algo interesante. Llega en mi laburo una señora. Con sus 60 y pico años. Hablándole casualmente, en aproximadamente tres minutos, me has hecho una autobiografía de su vida. Nació en Bahía, vivió en Pará, después en Jaguariuna, y ahora en Santo Antonio de Posse. Funcionaria de la municipalidad, me dice que tenía el deseo de haber nacido y vivido en un solo sitio, por toda su vida. De haber creado raíces. Que el proceso de haber cambiado de escuelas en la adolescencia le ha sido difícil, y va a saber en cómo eso le ha afectado durante su vida. Mientras yo quería huirme, ella, en la misma edad, quería quedarse. Dualidades de la vida. Muertes. ¿Cuántas le han pasado? Sesenta años en tres minutos. Así de fácil. Relatividades. Obviamente, hay mucha complejidad en esos 3 minutos, muchas entrelíneas, pero no hay que apastrarlas, como nos dijo Clarice.
Así que yo, acá, también dejo muchas entrelíneas para leer, imaginar. Mi vida. Treinta y seis años en dos carillas. No les voy apastrarlas con más palabras. ¿Podría? Sí. Pero no. Quizás un día, en una mesa, con cervezas. Quizás. Pero por ahora, solo y no más.
La vida es muy fugaz. Cada noche una muerte. Sesenta años en tres minutos, treinta y seis en dos carillas. Clarice tenía razón. No hay tiempo para apastrarlas, las entrelíneas, con palabras.
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