CIRCO INTERIOR

Hoy sé que te voy a ver. Y en eso, como siempre, hay algo bueno y algo malo al mismo tiempo. Lo bueno, claro, es que voy a verte. Que estos ojos —ya cansados de mirar pavadas— por fin van a poder enfocarse en algo que valga la pena. No sé qué tenés, si es la forma en la que te parás o cómo te acomodás el pelo cada dos minutos, pero ahí voy a estar yo, como una boluda, mirándote. Mirándote solo para quedarme un rato con vos. Mis ojos se van a llenar de vos.

La mala, bueno... la mala es que cuando te vayas, cuando te vea irte, me voy a quedar con las manos vacías otra vez. Y voy a tener que acostumbrarme de nuevo al silencio, a la ausencia. Es raro cómo se siente la ausencia: no es nada, pero pesa. Sé que, cuando te vayas, voy a quedarme como una tarada, preguntándome hasta cuándo. Esa es la parte que me arruina. Porque no importa cuantas veces pase, siempre es lo mismo: siento que te pierdo sin haber llegado a tenerte nunca. ¿Y quién puede vivir así? Te miro, y al mismo tiempo ya sé que después voy a tener que bancarme el momento en que te vas.

Por eso, antes de salir hoy, le voy a pedir un favor al tiempo. Un simple favor: que no pase tan rápido. Que mañana haga lo que quiera, pero hoy... hoy quiero que se arrastre, aunque sea un poco, para disfrutar un rato más de esta tortura hermosa de verte tan cerca y tan lejos a la vez. Y cuando te vea, todo lo demás va a desaparecer. Me voy a olvidar de que quiero matar al idiota de mi vecino. Me voy a olvidar de las deudas que no quiero pagar. Me voy a olvidar de mis amigas. Hoy no va a haber espacio para nada de eso. Hoy el mundo se va a reducir a vos. Todo lo demás va a quedar en pausa. Por un rato, voy a ser una versión mejorada de mí misma. Más buena, más paciente, hasta más optimista, mirá lo que te digo. Hasta las cosas más aburridas me van a parecer interesantes. Me voy a olvidar de todo. Hoy voy a ver colores donde no hay, te juro. Hasta en la vereda más mugrienta voy a encontrar algo lindo.

Pero después, lo sé, todo va a volver a su lugar. Los días grises, los años que se van acumulando sin que pase nada realmente importante. Me voy a acordar de que el tiempo avanza, con o sin vos, y esa idea me va a pesar más que tu ausencia. Pero hoy no. Hoy voy a verte, y eso me va a dar ganas de todo, hasta incluso de vivir. Va a pasar como siempre: el mundo entero se va a detener. Va a ser un instante, un segundo que se estira como si fuera eterno. Te voy a buscar con los ojos todo el tiempo, y cada vez que me devuelvas la mirada, aunque sea sin querer, algo en mí va a descansar. Como si el vacío, por un rato, se olvidara de molestarme, de torturarme.

El problema siempre va a ser el después, pero hoy, hoy voy a estar contenta. Voy a estar contenta de verte. Porque voy a sentir esos nervios, voy a sentirme viva. Hoy mi circo interior va a encender todas sus luces, como si estuviera inaugurando una nueva temporada. De golpe, todo se va a llenar de colores y ruido: los payasos van a correr de un lado a otro, la carpa se va a iluminar con guirnaldas, y en el centro, la malabarista – que voy a ser yo – va a intentar mantener el equilibrio entre no decir algo estúpido o quedarse callada, y va a estar a punto de caerse por la cuerda floja. En la tribuna va a haber gritos, aplausos, papeles de colores. El circo entero va a cobrar sentido: el trapecista, a punto de caer, de repente va a dar un giro perfecto en el aire y va a aterrizar de pie. Los payasos se van a abrazar emocionados, y hasta el vendedor de pochoclos va a empezar a regalarlos.

Y si, por alguna casualidad de la vida, consigo que te rías con algo que diga (que no va a ser fácil, pero bueno), entonces esta tarde habrá valido la pena. Porque, aunque mi circo interior sea un quilombo de luces rotas, malabares descontrolados y un par de animales haciendo lo que se les canta, cuando vos te rías, todo va a parecer tener un poco más de sentido. El caos se va a ordenar por un rato, el trapecista no se va a caer, y hasta el tipo del monociclo va a parecer que sabe lo que está haciendo. Tu risa, además, va a ser como un truco de magia. Esos trucos de los magos con las cartas, donde lo imposible se convierte en posible en un parpadeo. Y aunque no crea tanto en la magia, ese momento me va a hacer dudar. En ese segundo, todo se va a detener, y me va a hacer pensar que tal vez, algo bueno va a pasar, que todo este caos interno puede transformarse en algo mejor. En algo mucho mejor. Después, sí, después te vas a ir, y las luces de mi circo se irán apagando lentamente, una por una, se cerrará la puerta de entrada, y la gente se irá a su casa. Pero eso aún falta. Todavía falta una hora para verte, y por eso estoy contenta.