Un cine de valor histórico
abandonado
es un reino temporal
para quien haya aprendido
a encontrar belleza en la contemplación.
Hay cierto encanto
en las telarañas que tejen el aire
de su antigua gloria,
las historias empolvadas, suelo cubierto
donde la gente solía sentarse
y mirar la pantalla grande,
donde ahora veo
Funeral Parade of Roses
dirigida por Toshio Matsumoto
en una pantalla celular.
Me crecerán rosas fúnebres
de tanto que la he visto,
pero verla ahí es reavivar su estreno
en mil novecientos sesenta y nueve.
Llego a pensar: si este cine
en ruinas pensará
calmaría su muerte final
o el esplendor que perdió
ante una idea de progreso
en la cual las películas
quedaron en segundo plano.
Sin esperar nada, quizás, como yo:
se entregaría al paso del tiempo.
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