Si prestabas la suficiente atención, podías ver como en el momento de nombrarla, el brillo en sus ojos se esfumaba. Te desviaba la mirada y la clavaba en el suelo, cómo si su recuerdo fuera algo inmensamente pesado, cómo si su pensamiento fuera algo a lo que era incapaz de hacer frente. Parecía como si aquella chica le hubiera grabado su nombre con sangre y a fuego en lo que debían ser los restos de lo que algun día, debió ser un corazón.
Tristemente, poco quedaba de aquello. Apenas había nada más que un agujero enorme en mitad de su alma. El eco de unas ruinas en las que casi a ciencia cierta, se había perdido hacía tiempo, tanto, que ya ni esperase escapar de allí.
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