Negación
Un día me dijiste que estabas saliendo con alguien que te trataba bien. Me desperté con ese mensaje horas antes de verte. Se me revolvió bastante el estómago. Pensé: ¿cómo que saliendo con alguien si nunca le pusimos un rótulo directo a lo nuestro? Pensé, ¿acaso ella ya lo considera como estar saliendo? Tenía sentido igual. Hacía un tiempo nos veníamos conociendo, y dada la situación de nuestro primer encuentro, "estar saliendo" era lo que más se podría asemejar a lo que nos sucedía.
En cuestiones sociales no cumplíamos ciertos estándares para lograr aquello, pero eso no lo impedía. Quizás éramos diferentes al pacto social, pueda que nos estuviéramos saliendo un poco de todo eso. Quizás íbamos a otra velocidad, más lenta de lo habitual pero a la vez un poco rápida para un ritmo común. Me acuerdo que en la segunda cita dijiste que debíamos buscarnos un departamento para vivir, cuando yo te dije que estaba en mis planes futuros mudarme. Me tomó de sorpresa, pero me dejé llevar por lo que se dice socialmente de las personas como vos y yo.
Cada cosa que me decías me hacía temblar un poco. Las famosas mariposas en el estómago habían creado un santuario revoltoso en todo mi cuerpo. Era todo demasiado rápido, demasiado intenso, me asombraba la adrenalina.
Con el tiempo me empecé a encariñar con el sentimiento y todo lo que generaba en mí, y me dejé llevar por la experiencia de vivir una historia de amor. Era la primera vez que me pasaba. La primera vez que alguien correspondía a mi sentir y me demostraba que había para mí y para lo que yo siento un lugar en el mundo, en los brazos de alguien más que la persona del espejo.
Nos prometimos regalos, momentos, salidas, viajes. Nos regalamos detalles, me regalaste unos pines, que pensaba compartir con mi amiga, para compartirlos con vos. Una vez hasta me prometiste anillos, y recuerdo saltar por todos lados cuando leí ese mensaje. Faltaba poco, yo creía, para que todo finalmente se aclare con una palabra determinante que rotule lo nuestro. Quizás un gesto. Alguna acción.
Esperé pacientemente que llegue el momento, y llegó un día en que toda duda fue disipada por las ansias que me generaban llegar a hacer algo por fin. Llegó esa noche, nos vimos. Hubo demasiado alcohol y por culpa de ello no salió todo como lo esperaba, pero tampoco me esperaba lo que sí sucedió, que fue igualmente gratificante. Fui absolutamente feliz esa noche, fue mi motivo de sonrisas, sueños, pensamientos y disociaciones durante mucho tiempo. Yo pensaba luego de eso, que aunque no haya sucedido nada puntual, habían sucedido tantas cosas que nada más era necesario. Mis amigos me retaron porque no hablé del tema con vos. No me importaba; mi felicidad estaba colmada con lo poco y lo mucho que hicimos. A pesar de saber, por ocasiones previas, que no me gustaba cantar a los cuatro vientos por miedo a ilusionarme con algo que no se cumpliría, no me importó y le conté a todo el mundo, con una sonrisa kilométrica, todo lo que me hiciste sentir esa noche. Si cierro los ojos todavía recuerdo el agarre de tu mano en la mía mientras cruzábamos el patio lluvioso, el roce de nuestras orejas cuando apoyé mi cabeza en tu hombro, me llegan ecos de nuestras risas cargadas de ingenuidad y amor, que resonaron toda la noche. Coronamos con un largo abrazo, y a pesar de las miradas apuradas a nuestro alrededor, te besé el cachete porque si lo nuestro era único y personal, nos íbamos a mover a nuestra velocidad. Me devolviste el beso en el cachete y mi sonrisa fue la más boba de todas esa noche. Cuando, a solas, te pedí que me dejes un espacio para dormir a tu lado, amagaste a reprochar pero finalmente me dejaste. Y recuerdo despertar en la noche con el corazón henchido de felicidad y galopante, al saber que estabas vos a mi lado. Recuerdo querer juntar mi cabeza a la tuya y respirarnos cerca. Me moría de ganas de que des un siguiente paso que yo no podía dar. Cuando me levanté, antes que vos, y quedé de espaldas a la habitación donde te encontrabas, esperaba que mientras yo lavaba los platos, te me acerques por detrás y me abraces.
Conociste a mi familia y te llevaste muy bien. Te acompañé a tomar el colectivo y me morí de ganas de besarte de despedida pero me inhibí. En cambio me dijiste que lo pasaste hermoso y con tus manos juntas me dibujaste un corazón. Me generó un cortocircuito y no supe qué responder, más que una pose incómoda girando mi cabeza hacia mis hombros. Cuando volví a mi casa, todos me preguntaban por vos, e intentando ocultar mi sonrisa de adolescente hechizado, respondía que eras una amiga. No me gustaba responder eso en voz alta, porque sentía que lo atraía. Pero estaba bien, lo principal en todo era eso.
Pasó una semana. Durante esos días yo no podía ocultar mi felicidad y mis amigos me burlaban de lo mucho que me sonrojaba cuando la nombrábamos. Nos vimos casi todos los días, acompañándonos mutuamente a estudiar. Ya todos sabían que vos venías a verme, sin tener que anunciarlo.
Una tarde nos quedamos tantas horas estudiando y debatiendo que volvimos de noche caminando. Te acompañé hasta la casa de alguien. No sabía quién era porque nunca me nombraste a las personas por el título que ocupaban en tu vida. La vimos salir del edificio y nos presentaste. Me dio una impresión rara, como de haber tenido un presentimiento que no me gustaba del todo. Cuando te saludo para irme, al dar media vuelta escucho que la volvés a saludar. Volví todo el camino hasta mi casa rumiando una pregunta que hacerte para sonsacarte información sobre aquella misteriosa persona. Te pregunté quién era tu amiga y si era de tu trabajo, ya que me sonaba su cara. Era mentira, pero me carcomía la curiosidad. Me respondiste que ni loca saldrías con alguien del trabajo. Mi corazón se detuvo un eterno instante. Todo lo que había y no había comido ese día se revolvió en mi estómago. ¿Saliendo? ¿Pero no salías conmigo? Mis amigos me intentaron tranquilizar, me dijeron que seguramente se refería a "salir" como "hacer un plan esta noche". No les creí, pero al cabo de un rato no pude con la duda y tuve que confirmarlo. "Bueno, depende, ¿salir en qué sentido?" bromeé. No era ninguna broma para mí. Todo en ese momento estaba en juego.
Tuve que abrir el siguiente mensaje en contra de mi voluntad. Creo que fui a vomitar al baño. Creo que lloré. Fueron tantos sentimientos que los sepulté en lo profundo de mi ser. "Estamos saliendo..." me dijiste, de nuevo con la falta de rótulos y cargos en la gente. El mundo se derrumbó, no ante mis pies, sino encima mío. No me pude levantar del sepultamiento de los cimientos.
(Ira) - Depresión
¿Entonces lo nuestro era mentira? ¿Hasta cuánto todo lo que vivimos había sido verdad para vos? Me atormentaban las preguntas que por las noches no me dejaban dormir y por las tardes no me dejaban estudiar y preparar exámenes. Había sido todo una mentira y me la había vuelto a creer. Había elegido una vez más creer en una persona, creer en mí, por fin se me daba eso que tanto había estado buscando, y ahora se derrumbaba por completo como una maqueta aplastada por el peso humano.
Me refugié en la música, evitando escuchar lo que me recordara a vos. Pensé que quizás haber estado todo el año escuchando música triste y de desamor, había atraído eso para mí, para experimentarlo en carne propia. Pensé una y otra vez en todos los escenarios que fueron y pensé el doble y el triple en los que pudieron haber sido, y me taladré la cabeza especialmente con éstos. Que quizás tendría que haberte dejado las cosas en claro antes, que quizás nunca sentiste nada por mí y yo me había creado una cortina de ilusión. ¿Pero era mía la ilusión? Porque todos mis amigos la creyeron también. "Es demasiado obvio todo" me decían, cuando yo no lo quería creer para no ilusionarme por demás. Finalmente había sucumbido ante el oasis, y todo para que la arena con todas las palmeras fueran absorbidas por un agujero negro.
Quizás no me merecía ese amor. Quizás nunca hubo nada de amor, y por ello probablemente nunca lo habría. Porque yo siempre tuve mucho para dar y jamás recibí en reciprocidad. Nadie me amaría jamás como yo esperaba que lo hagan y por ello nunca iba a experimentar el sentimiento del romance propio. Todo lo que vi en las películas, lo que leí en los libros y lo que presencié por las calles era mentira. Lo que me contaban las canciones al oído era un mundo de ficción porque el amor en realidad no existía.
Lo peor llegaba cuando me aseguraba y me confirmaba que en realidad sí existía todo ello, solamente no para mí. Porque yo no me lo merecía ni me lo iba a merecer nunca. Quizás cambiando mi manera de querer, mi manera de ver el mundo y de acercarme a las personas. Quizás así podría alguien llegar a soportar el sentir que llevo dentro y adaptarlo a su vida.
Me golpeaba como un tronco de quebracho pensar que en realidad vos eras todo lo que yo buscaba, que teníamos todo en común, que amabas como yo y parecías recibir lo que yo daba sin juzgarme por ello. Pensé que no valía la pena nada en la vida, que no iba a volver a vincularme de esa manera nunca más porque nadie iba a poder entenderme como vos lo hacías.
Te soñé incontables veces luego de eso. Lloré muchas noches seguidas, con un nudo en el estómago que no me permitía ingerir bocado. Pensé en volver a terapia, soñé incluso con eso. Arrojaba brazos desesperados que me agarren a algún borde porque me hundía y no creía posible en un futuro cercano volver a la superficie una vez haberme hundido.
Negociación
Decidí aceptar mi destino de persona no digna de amor, y a pesar de que al principio me costó mucho volver a verte la cara con supuesta total normalidad, con el tiempo lo acepté y volví a generar una carcasa para mi corazón en recomposición. Me caías demasiado bien como para dejarte ir tan pronto, y quizás si arreglaba las cosas de otra manera, no haría falta dejarte de ir definitivamente. Quizás podía torcer las intenciones del vínculo para que formemos una linda amistad, la que aparentemente siempre hubo, y olvidar todo lo que alguna vez sentí o creí ver en los destellos de tus intenciones.
Volví a querer juntarme con vos de a poco, te invité a algunos planes. Te crucé una noche inmediatamente luego de haberte pensado, de haber pensado en cruzarte, y se me dio vuelta un poco el estómago. Te vi con la mirada perdida y las respuestas vacías y tuve un mal presentimiento de que te estorbaba, de que esperabas a alguien más. Me alejé, y más tarde pude confirmar mis teorías.
Pero yo ya no podía hacer nada. Lo único que quedaba a mi cargo era hacer oídos sordos, sepultar bajo tierra todo lo que podía haber sentido en algún momento, hacer de cuenta que nada había sido, y como si nada hacer borrón y cuenta nueva. Yo te quería, me hacías reír, me sentía bien a tu lado a pesar de todo. A mis amigos les habías caído bien también, y a pesar de todo, yo les dije que se despreocupen, que yo estaba bien así, que podían seguir pensando que eras una persona bastante genial e interesante. Yo también me lo creí. Y cuando me prometiste un regalo de cumpleaños que aparentemente me estabas preparando con un mes de anticipación, dije que te iba a invitar. Lo hice. Conociste a todos mis amigos en cuestión de tres semanas, y la noche de mi cumpleaños hablaste más con ellos que conmigo. Te llevaste bien con algunos en demasía.
(Depresión) - Ira
Ya no me hablabas más. Me colgabas todos los mensajes, de conversaciones que iniciabas vos. Me prometías responderlos luego y ese tiempo nunca llegaba. Me prometías regalos que tampoco llegaban, como el famoso de mi cumpleaños. Prometías, prometías, prometías. Te encantaba hacerlo. Te paseabas por delante mío intentando llamar mi atención con lo que sea, y yo, débil, caía ante la más mínima cosa. Te respondía todo lo que subías y te preguntaba cosas que me respondías. Vos también me preguntabas cosas de vez en cuando, aunque bajo mi explicación no se leía ni un "visto". Me preguntabas pero nunca te interesó lo que yo te respondiera al respecto. Tomé distintas maneras de afrontar estas situaciones, para ver con cuál finalmente decidirías abrir mis mensajes. Ninguna dio los frutos que esperaba. Me empezaba a cansar. Pero seguías rondando, y de vez en cuando prometiendo, entonces yo no podía dejarte ir. No me lo permitías porque habías encontrado la forma exacta para atarme a tus pies.
Me puse muy triste cuando vi que te hablabas con mi amigo al que te había presentado hacía menos de un mes, que habías organizado salir con él, siendo que a mí no me respondías los mensajes.
Anoche me enteré que estuviste en la misma fiesta con él, a la que asistieron juntos, y que te cruzaste a mi amiga, a mi hermana del alma. Me enteré también que le preguntaste a mi amiga si acaso ella no te podría dar un beso.
Sentí que todo código que alguna vez hubiéramos construido, junto con el vínculo que nos unió en los últimos meses desde que te conocí, se había quebrado como un vidrio, estallado en pedacitos ínfimos. Los vidrios me cortaron el cuerpo y el alma. Se incrustaron en mi corazón, lo recubrieron de una capa dura y transparente. Te odié cada minuto, y a cada uno que pasaba te odiaba un poco más. No pude creer que me estuvieras haciendo eso, pero tampoco podíamos engañar a nadie: no me lo hacés a mí, si no somos nada, ¿no? O quizás siempre supiste lo que fuimos, y lo estás haciendo todo a propósito. Me cuesta en demasía creer que nunca hayas pensado, aunque sea cinco minutos, en que lo nuestro era algo más que una simple amistad de turno. Hubo tantas cosas que se me escapan de las manos, y por momentos agradezco que sea así porque no sé si quiero seguir recordando lo que vivimos. Me torturan suficiente los momentos que quedaron, como esa noche que la llevo tatuada en el cerebro probablemente para siempre. Me resulta tan doloroso, tan triste, me enoja tanto pensar que yo signifiqué para vos tanto como un trapo de piso. Lo pasás, lo estrujás, lo dejás sucio y te desentendés.
En estas últimas horas usé más insultos hacia tu persona de lo que los usé en todo el año para el resto de la existencia. Te odio casi tanto como te supe querer. No entiendo nada de lo que sos y sospecho que nunca te conocí realmente. Los pensamientos de haber perdido a alguien importante y a quien quería mucho, los reemplacé por pena, bronca, desprecio. Odio que me hayas robado a mis amigos, pero por sobre todo que me hayas robado la seguridad de amar y dejarme amar. Odio que por culpa tuya ya no me sienta merecer el amor, y al mismo tiempo siento que no lo merezco por derrochar tanto odio. No te quiero odiar porque significaste mucho para mí, pero no me sale sentir otra cosa. Traicionaste la poca confianza que me podría haber quedado sobre vos. Toda la que generé la fuiste derrumbando de a poco, pellizcando granito a granito hasta tirar toda la pared.
Aceptación
No sé si quiero perdonarte. Aún me encuentro en un limbo previo a la supuesta aceptación que vendrá. Algo de lo que tengo la seguridad es que no me voy a olvidar jamás de todo esto. Me hiciste sentir como nunca me había sentido en la vida, en todas las etapas que me diste. Nunca sentí todo ese amor y nunca sentí todo ese odio por alguien.
Hoy tengo la vista nublada por el asco y no creo poder perdonarte. Quizás me equivoco, y algún día lo hago. Es probable que termine dejándolo pasar, aunque ya no te quiera volver a contactar.
Me da lástima por la vida de las personas que te quieren, por la persona que ocupó ese lugar que yo creía mío. Ojalá, por tu bien, sea algo que no funcionó en nuestro vínculo, y no algo que llevás en tu persona. Pero como ya no te conozco, no te puedo juzgar.
No sé quién sos, espero nunca saberlo, aunque mi pasado lamente no haberlo sabido. Espero que mi parte de la aceptación llegue con un nuevo camino de vida en el que no nos crucemos. Porque por mi parte, creo que ya no te quiero volver a ver la cara.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.


Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión