Mi casa está hecha de huecos,
de fantasmas que aún calientan las sábanas,
de ecos que dicen mi nombre
con la voz de quienes ya me abandonaron.
Estoy repleta de angustias mal dobladas,
y de nostalgias que se pudren despacio
en las esquinas de mi cuerpo.
Porque el alma, cuando se le acumulan tantas despedidas,
empieza a doler como un músculo sin descanso.
Y yo —que recuerdo, que sostengo, que me desarmo por amor—
sé bien que el precio de sentir tanto
es quedarse, a veces, con las manos vacías.
¿Por qué tengo que ser yo quien recuerde?
¿Por qué no puedo arrancar la raíz del miedo
y empezar otra vez,
sin temer que mi amor sea tan intenso
que nadie quiera quedarse?
Estoy cansada,
cansada de la soledad que no calla,
de las promesas que me saben a humo,
de los amores que mienten con ternura.
¿Por qué tengo que ser yo la que llore,
la que entiende,
la que espera?
Ya no quiero rogar por un gesto
ni por una caricia prestada.
Solo quiero descansar de ser yo,
de este corazón que insiste
en seguir sintiendo,
aunque ya nadie lo sostenga.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.


Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión