Ojos de cierva,
mirando,
mirándome.
En sus pupilas
hay ira,
una violenta
y silenciosa
tormenta.
Si habla,
de mi pecho
crecen nardos
y de mi boca
salen espinas.
¿La conoces?
ya sabes,
a la que te gestó.
Ya sabes
lo que dicen
“las estrellas
no tienen novio”
pero por ti
y por mi,
suelo preguntar
si acaso
alguna hija
podrán encontrar.
Cierva frágil,
llora
tanto
como puedas.
Cierva, abrázame
que yo también
deseo sentir
el calvario
de vivir.
Dios, danos
otra oportunidad.
Un solsticio más.
Las aguas
han de cambiar.
Cierva, no te alejes
y busca su favor.
Bebe rios
más no mares.
Ríe,
canta
y cuenta.
escribe,
de ser necesario;
y llámame
de vez en cuándo.
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