Juan solía decirle a sus amigos
que los pibes tenían que tener
libros y no armas en las manos.
Eso fue antes de la guerra.
Cuando lo llamaron
no dudo
era su Patria
había que defenderla.
Le prometieron gloria
y honor
le devolvieron olvidó.
En esos meses de granadas
sólo pensó en la vuelta.
Eso le daba fuerzas.
Un día la guerra terminó
y el volvió.
No era el mismo
sólo un par de huesos
con un nombre
y la muerte de sus compañeros
en sus ojos,
la bandera inglesa en su tierra.
Quién lo esperaba al pibe?
Una sonrisa,
la de su madre.
El barrio estaba mudo,
el país ciego,
la Patria herida.
Cada tanto realizaba un ejercicio
miraba a los ojos de algún compatriota
para ver si le devolvía la mirada.
Eso nunca sucedía.
Tiempo después entendió
que al mirarlo
las personas la veían a ella.
a la herida.
Aunque la cosían
la herida seguía ahí
no cicatrizaba.
Esta herida no cicatriza nunca.
Tal vez lo haga el día que las Islas
vuelvan a la Patria.
Soño!
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