mobile isologo
buscar...

Chica del vestido negro

Dec 22, 2025

97
Chica del vestido negro
Empieza a escribir gratis en quaderno

Recuérdame, chica del vestido negro,

porque aquella noche no pestañeé contigo:

te miré como se mira lo que se sabe irremediable,

con la calma torpe de quien ya ha perdido

pero aún no quiere admitirlo.

Hoy he vuelto a pensar en ti,

y el aire volvió a pesarme en el pecho

como si respirar fuera una forma de traición,

como si cada bocanada me alejara un poco más

de esa versión de mí

que todavía cabía en tus brazos.

Sigo siendo ese idiota

que prefiere escribirte en silencio

antes que aprender a vivir sin nombrarte,

el que se sabe de memoria el recorrido exacto

de tus pasos cuando te ibas

y aun así finge sorpresa

cada vez que el recuerdo vuelve a cruzar la puerta.

Aquella noche llevabas un vestido negro,

no de luto,

sino de despedida.

Y yo, que siempre llego tarde a todo,

llegué puntual a entender

que estabas quedándote solo lo justo

para no romperme del todo.

Tenías el cabello alborotado,

como si el viento también hubiera discutido contigo,

como si algo dentro de ti ya hubiera decidido marcharse

y el cuerpo apenas intentara alcanzarlo.

Y esa sonrisa —

ese intento hermoso y torpe de sonrisa—

que no era promesa

ni mentira,

sino una forma elegante de decir adiós

sin pronunciarlo.

Te miré a los ojos,

a esos ojos color miel

que no saben fingir derrota,

y supe que no hacía falta preguntar nada.

Hay verdades que no se dicen

porque no soportarían ser dichas en voz alta.

Me pesaban las manos,

me pesaba el miedo,

me pesaba el silencio que elegí

por no saber cómo pedirte que te quedaras

sin obligarte a hacerlo.

No es la primera vez que me pasa:

amar con cuidado,

callar por cobardía,

confundir respeto con renuncia.

Seguía dándole vueltas a todo,

chica del vestido negro,

mientras tú estabas allí,

entera, exacta,

hermosa incluso en la huida.

Nunca dejaste de ser verdad,

ni siquiera cuando ya no éramos nosotros.

Pensé —qué absurdo—

que habría más noches,

que esa no podía ser la última,

que el amor no se va así,

sin hacer ruido.

Pero el amor se va como tú esa noche:

despacio,

mirando una vez más

para asegurarse de no volver.

Desde entonces nunca estoy a tiempo,

pero siempre estoy atento:

al eco de tu risa en cualquier bar,

al color de miel en otros ojos que no son los tuyos,

a los vestidos negros que no llevan tu nombre

pero lo pronuncian igual.

Me siento como otro más

aprendiendo demasiado tarde

que no todas las historias están hechas para quedarse,

como un niño que entiende el equilibrio

justo después de caer.

Jamás pensé que doliera tanto

saber que hicimos lo que pudimos

y aun así no fue suficiente.

Dime, chica del vestido negro,

si la esperanza es lo último que se pierde,

¿qué fue lo primero que dejamos caer esa noche

entre tu intento de sonrisa

y mi silencio mal aprendido?

Dime qué opción tuvimos

si desde el principio fuimos dos almas

amándose bien

en el momento equivocado.

Dime qué guerra podía ganar

si la única que importaba

eras tú.

Y dime, ahora que ya no estás,

cómo se queda uno con la poesía

cuando la mujer que la encendía

decidió marcharse vestida de negro,

mirando de frente,

sabiendo —como yo supe al verte—

que aquella

iba a ser

la última vez.

Y aun así,

si alguna noche vuelves a pensar en mí

—aunque sea sin querer—,

recuerda esto:

yo también supe,

chica del vestido negro,

que aquella vez

no nos estábamos perdiendo,

solo estábamos aprendiendo

la forma exacta

en la que duele amar

cuando se ama de verdad.

Luis Cortina

Comentarios

No hay comentarios todavía, sé el primero!

Debes iniciar sesión para comentar

Iniciar sesión