Suspiré al viento, para que se llevara el dolor que retenía en mi corazón,
tan ardiente que consumía todo de mí.
Pero bastó con verte para que volviera a crecer en mí,
y ardiera hasta quemar aún más mi esperanza de poder estar bien.
Si el mundo pudiera darme un respiro, dejaría todo ir,
pero me aprieta con sus manos en el cuello,
impidiéndome respirar.
La muerte se ve tan lejana desde aquí,
y, sin embargo, está justo al frente, mirándome,
como si supiera cuánto la deseo.
Qué mirada tan fría,
una que me resulta tan familiar.
Pero que venga de ella… eso es lo más triste.
¿Por qué no se acerca y me abraza?
Si solo necesito eso: un abrazo, un fin,
para dejar todo aquí,
en manos de la vida, de la tierra
y de todos aquellos que me lo arrebataron a la fuerza.
Podría ser libre si dijera lo que pienso,
pero me condenaría a un mundo de soledad y dolor si lo hiciera.
Pensándolo bien, no sería tan distinto de lo que vivo ahora.
¿Por qué pongo excusas?
Cierto: soy humano.
No elegí nacer,
menos aún sé vivir,
y morir… no quiero.
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