Quiero tenerte en mis brazos,
aunque el tiempo me lo cobre caro,
aunque un minuto me cueste una eternidad,
aunque después no quede nada…
ni tú, ni yo, ni el nosotros que no fuimos.
Quiero besarte como quien besa un milagro
—con los ojos cerrados y el alma abierta—
sabiendo que es un error,
pero un error que me salvaría de morir sin sentir.
Que venga el infierno si quiere,
que me quemen los recuerdos,
que me arrastre el vacío…
Yo sólo quiero comprarle a la vida
cinco centavos de tu amor
y dejarle de propina
todo lo que me quede de corazón.
Cogman.
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