Censura en Glastonbury: cuando la música molesta al poder
Jul 14, 2025

Hace apenas unas semanas atrás, en medio de uno de los festivales más emblemáticos del mundo —Glastonbury 2025— escenarios que alguna vez encarnaron la rebeldía y la libertad artística se vieron atravesados por la censura, la vigilancia política y la represión simbólica. En el contexto de una masacre avalada por la comunidad internacional, artistas como Kneecap, Bob Vylan e incluso Inhaler fueron censurados o reprimidos por pronunciar una frase que, al parecer, resulta demasiado provocadora para ciertos oídos: Free Palestine.
Glastonbury volvió a hacer historia, y no por esa magia que lo caracteriza sino porque mientras miles de personas celebraban la música como un acto de libertad, artistas como Kneecap, Inhaler y Bob Vylan eran silenciados o directamente vigilados por la BBC, por el "delito" de mostrar solidaridad con Palestina.
En un contexto global donde cada vez más voces denuncian el genocidio en Gaza, los medios de comunicación y las plataformas culturales, que deberían defender la libre expresión, se convierten en cómplices del silencio institucional. Y lo que se suponía que debía ser un escenario de libertad se convirtió, una vez más, en una muestra de cómo los medios y las plataformas culturales están priorizando proteger narrativas oficiales por encima de la verdad y la justicia.
¿Qué está pasando en Palestina y por qué importa?
Desde octubre de 2023, el mundo ha sido testigo, aunque muchas veces por fuera de los grandes medios, de una ofensiva militar brutal del Estado de Israel sobre la Franja de Gaza. Más de 38.000 palestinos asesinados, en su mayoría mujeres, niñas y niños. Infraestructura civil completamente destruida: hospitales, escuelas, redes de electricidad.
La ONU, Human Rights Watch y Amnistía Internacional han calificado estos actos como crímenes de guerra y, en muchos casos, actos de genocidio según el derecho internacional.
Pero no solo se está asesinando a personas: también se está borrando la cultura, la memoria, la identidad de un pueblo. Bibliotecas bombardeadas, universidades arrasadas, archivos históricos reducidos a cenizas. Lo que está en juego no es solo el presente palestino: es su derecho a existir en el futuro.
Y es en este escenario que callar es tomar partido. Y quienes buscan acallar a quienes denuncian, son cómplices —no observadores— de esa violencia.
Una postal de la censura moderna
Lo que ocurrió en Glastonbury no puede tomarse como una excepción. Es la representación de una tendencia global: la represión simbólica del arte como forma de resistencia.
Kneecap, el grupo irlandés conocido por su activismo y su crítica al imperialismo británico, fue borrado de la transmisión oficial de la BBC. Uno de sus integrantes, además, está siendo investigado por portar una bandera de Hezbolá, un hecho que fue amplificado por medios de comunicación más conservadores en una campaña de criminalización mediática.
Bob Vylan, que gritó "Death to the IDF" desde el escenario, también fue objeto de represión. El momento fue transmitido en vivo, pero posteriormente eliminado de las repeticiones. Más grave aún: el dúo fue investigado por la policía británica por "incitación al odio", un término que en este contexto funciona como herramienta para silenciar la denuncia política. También enfrentaron restricciones migratorias en Estados Unidos por su activismo propalestino y la empresa que los representaba decidió terminar con el contrato.
Inhaler, por su parte, mostró un gesto sutil pero claro de apoyo dedicando la canción It Won't Always Be Like This al pueblo palestino. No hubo gritos ni banderas, pero su performance fue recortada y filtrada de la cobertura oficial, dejando en evidencia que el problema no es el tono, sino el contenido. No importa si gritás o susurrás: si nombrás a Palestina, te convierten en objetivo.
Neutralidad selectiva: el rol de la BBC
La BBC justificó su accionar apelando a la supuesta "neutralidad". Pero cuando se censura a quienes denuncian una masacre, y se protege a quienes la niegan o relativizan, esa neutralidad es solo un disfraz del poder.
No es la primera vez. Durante décadas, la BBC ha invisibilizado voces críticas y marginadas. Durante el conflicto en Irlanda del Norte, silenciaron a los republicanos y vendieron una narrativa colonial. En el Reino Unido, han ignorado o blanqueado denuncias de brutalidad policial contra la comunidad negra. Su cobertura sobre los crímenes del Imperio Británico ha sido, como mínimo, condescendiente.
En 2025, repiten ese patrón: invisibilizan a Kneecap, censuran a Bob Vylan, recortan a Inhaler. No por "equilibrio", sino por alinearse con intereses políticos, económicos y geopolíticos concretos. ¿Quién se beneficia del silencio sobre Palestina? La respuesta está en los contratos, las presiones diplomáticas y las alianzas armamentistas.
La música también es política (y por eso molesta)
Se nos vendió durante años la idea de que la música es un lenguaje universal, un refugio, una fiesta. Pero la música siempre fue también una herramienta política. Desde el folk de protesta en América Latina, al punk británico, al rap en barrios racializados: cuando todo lo demás calla, el arte grita.
Por eso molesta. Porque Kneecap no solo canta: interpela. Porque Bob Vylan no hace ruido: incomoda. Porque Inhaler no es neutral: elige un lado, aunque no lo diga a los gritos.
Y por eso se los castiga. No por romper reglas, sino por romper el molde.
El patrón global de la censura propalestina
Lo que pasó en Glastonbury es parte de un fenómeno más amplio. En todo el circuito cultural, los artistas que se pronuncian por Palestina enfrentan cancelaciones y represalias.
En el SXSW, artistas fueron expulsados por mostrar apoyo a la causa palestina.
Universidades en EE.UU. desprogramaron conferencias y residencias vinculadas al tema.
En Europa, músicos han perdido contratos, visas y plataformas de difusión.
Se alega "discurso de odio", pero lo que se castiga es la denuncia de crímenes de lesa humanidad. El problema no es lo que dicen: es que lo dicen en voz alta.
El doble estándar: lo que sí se puede decir
La misma BBC que censura un Free Palestine aplaude a artistas que se pronuncian contra la guerra en Ucrania, que denuncian el cambio climático o que defienden causas LGBTQ+. Todas causas válidas, por supuesto, pero ¿por qué Palestina sigue siendo intocable?
Porque nombrarla implica cuestionar al sistema mismo: los intereses geopolíticos de Occidente, el poder del lobby sionista, los negocios militares, el colonialismo histórico y presente.
Palestina no es solo una causa. Es un espejo. Y eso es lo que muchos no toleran ver.
¿Qué voces elegimos amplificar?
Ante esta represión simbólica, el silencio ya no es una opción.
Los artistas tienen derecho a hablar. Pero más aún: tenemos derecho a escucharlos.
Y cuando se les impide hablar, nos toca amplificar. Porque si no lo hacemos, ganan ellos: los que quieren una cultura despolitizada, dócil y anestesiada.
El arte no puede ser cómodo. La música no puede ser decorado. Y los medios no pueden seguir disfrazando complicidad de "objetividad".
Cuando Kneecap grita Free Palestine, no está provocando: está nombrando lo innombrable.
Cuando Bob Vylan dice lo que nadie quiere escuchar, está haciendo lo que el arte debe hacer: despertar.
Cuando Inhaler decide no callar, aunque sea con gestos, está asumiendo una responsabilidad que muchos artistas evaden.
Porque cantar contra un genocidio no debería ser un delito.
Y si lo es, que lo sigamos cometiendo, millones de voces a la vez.
Censorship at Glastonbury: When Music Threatens Power
Just a few weeks ago, during one of the world's most iconic festivals — Glastonbury 2025 — the stages that once embodied rebellion, creative freedom, and political consciousness were overtaken by something darker: censorship, surveillance, and symbolic repression.
In the context of a massacre endorsed — tacitly or otherwise — by much of the international community, artists like Kneecap, Bob Vylan, and even Inhaler were censored, monitored or punished for uttering a phrase that seems to offend all the wrong people: Free Palestine.
Glastonbury made history — but not the kind it should be proud of
While thousands celebrated music as a symbol of freedom, these artists were either silenced or closely watched by the BBC. Their "offence"? Showing solidarity with Palestine.
In a world where more and more voices are denouncing the genocide in Gaza, media outlets and cultural platforms — which ought to champion freedom of expression — are becoming accomplices to institutional silence. What should have been a stage for truth and resistance became yet another example of how the cultural industry prioritises state-approved narratives over justice.
What's happening in Palestine — and why it matters
Since October 2023, the world has witnessed — though often outside mainstream media — a brutal military assault by the State of Israel on Gaza. Over 38,000 Palestinians have been killed, the vast majority of them women and children. Entire civil infrastructures — hospitals, schools, power grids — have been wiped out.
The UN, Human Rights Watch, and Amnesty International have called these acts war crimes, and in many cases, genocide under international law.
But it's not just people being killed. It's a deliberate erasure of a people's culture, memory, and identity. Libraries bombed, universities flattened, historical archives reduced to ashes. What's at stake is not only the present — it’s Palestine's right to exist in the future.
In this context, staying silent is not neutral — it's taking sides. And those who try to silence others are not bystanders: they are complicit.
A snapshot of modern-day censorship
What happened at Glastonbury isn't an isolated incident. It's part of a global pattern: the symbolic repression of art when it dares to resist.
Kneecap, the Irish group known for their unapologetic activism and criticism of British imperialism, was entirely removed from the BBC's official Glastonbury broadcast. One of the members is now being investigated for carrying a Hezbollah flag, a fact quickly weaponised by right-wing media in a campaign of public vilification.
Bob Vylan, who shouted "Death to the IDF" on stage, also faced repercussions. The moment aired live, but was cut from all replays. Worse still, the duo were investigated by British police for "incitement to hatred" — a charge now seemingly used to silence political dissent. The band also faced US visa issues, and were dropped by their agency over their pro-Palestinian stance.
Inhaler, meanwhile, made a quiet but clear gesture of support by dedicating their song It Won’t Always Be Like This to the people of Palestine. There were no chants or flags — just subtle solidarity. Still, their performance was cut from official coverage, proving that it's not how you speak — it's what you say. Mention Palestine, and you become a target.
Selective neutrality: The BBC's role
The BBC defended its actions under the guise of "editorial neutrality." But when those calling out a massacre are censored — while those downplaying it are platformed — that neutrality begins to look a lot like complicity with power.
This is far from unprecedented. The BBC has long marginalised critical voices. During the Northern Irish conflict, it silenced republican figures and reinforced a colonial narrative. It has downplayed police brutality against Black communities, and its portrayal of Britain's colonial crimes has been, at best, sanitised.
Now, in 2025, it follows the same pattern: erase Kneecap, censor Bob Vylan, crop out Inhaler. Not in the name of balance — but in service of political, economic and geopolitical interests.
Who benefits from the silence on Palestine? The answer lies in diplomatic pressure, military contracts, and media alliances.
Music is political (and that's why it's dangerous)
We've been sold the idea that music is a universal language, a place of refuge, a celebration. But music has always been political. From Latin American protest folk, to British punk, to rap from marginalised communities — when the institutions are silent, art speaks.
And that's what unsettles them. Because Kneecap don't just perform — they provoke. Because Bob Vylan doesn't make noise — they disrupt. Because Inhaler don't stay neutral — they take a side, even if they don't shout it.
And that's why they're punished. Not for breaking the rules — but for breaking the mould.
A global trend of silencing Palestinian solidarity
What happened at Glastonbury is part of a wider phenomenon. Across the cultural world, artists speaking up for Palestine are being cancelled or penalised.
At SXSW, artists were removed from the line-up for supporting the Palestinian cause.
In US universities, lectures and artist residencies have been cancelled for the same reason.
In Europe, artists have lost contracts, visas, and access to platforms.
We're told this is about "hate speech". But in reality, it's about silencing the exposure of crimes against humanity. The issue isn't how these artists speak — it's that they're speaking at all.
The double standard: What you can say
The same BBC that censors Free Palestine applauds artists who criticise the war in Ukraine, raise climate alarms, or stand up for LGBTQ+ rights. All vital causes. But why is Palestine still untouchable?
Because naming it challenges the very foundations of Western policy: geopolitical interests, arms deals, historical colonialism, and the influence of the pro-Israel lobby.
Palestine isn't just a cause — it's a mirror. And many can't stomach what it reflects.
Which voices are we amplifying?
In the face of this symbolic repression, silence is no longer an option.
Artists have a right to speak — but more importantly, we have the right to hear them. And when they are silenced, it's on us to amplify them.
Because if we don't, those who want a depoliticised, passive, anaesthetised culture will win.
Art shouldn't be comfortable. Music isn't just decoration. And media can't keep disguising compliance as "objectivity."
When Kneecap shout Free Palestine, they're not being provocative — they're naming the unnameable.
When Bob Vylan say what no one else dares, they're doing what art is supposed to: wake us up.
When Inhaler choose not to stay silent — even more quietly — they take on a responsibility many artists still avoid.
Because singing against genocide should never be a crime.
And if it is — let's keep committing it, millions of voices at once.
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The Masterplan
The Masterplan es un espacio dedicado a la cultura emergente y la música indie. Una mirada crítica y honesta para amplificar lo nuevo y lo que aún está por descubrirse.
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