oirás cantar,
en una buena noche,
a los cuerpos que descansan
bajo tierra.
que miran y miran hacia arriba,
absortos de las huellas hacinadas
en los campos;
salpicadas, bailadas
en los charcos y humedales,
mientras el frío de sus huesos descocía
su armazón.
si acaso hoy las gotas del joven rocío,
alzaran los buques hundidos de arena,
más cantarían mis huestes de acero
contra el agua más pura de la lluvia vieja.
Y se tiñe de rojo el barro campestre.
con pasión de quimera, celeste osadía.
pisar al ceibo en su lecho divino,
en una buena noche
no es piedad, es agonía.
así se levanten los reyes del agua,
devstando los prados de ajenas costumbres,
que sospechen de abril en esa buena noche:
con el campo de ceibos, colmado en rocío
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