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    Catecismo de la carne prohibida

    Abr 15, 2025

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    Catecismo de la carne prohibida
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    Tu aliento a café barato y menta podrida

    hace temblar mis costillas como un enjambre de avispas.

    Nos sentamos en tu sillón de lana rasposa —dos santas

    rezando a un dios que nos escupe desde el iconostasio—

    mientras la tele murmura noticias de guerras lejanas

    y yo invento nuevos pecados con el temblor de tus pestañas.

     

    Tus muslos bajo el vestido de flores marchitas

    son altares donde sacrifico uvas sin nombre.

    Juro que el aire entre nuestras rodillas

    es más denso que la sangre de Cristo en el cáliz,

    más viejo que las arañas tejiendo su veneno

    en el confesionario donde me mastico las manos.

     

    Noches de cervezas tibias y risas de yeso:

    te inclinas para recoger un lápiz del infierno

    y tu escote se abre como una herida que canta.

    Mis uñas clavan lunas en mis propios muslos,

    practicando el arte de no arrancarte la piel

    para guardarte en frascos bajo la cama.

     

    Me regalas un suéter que huele a tu gato muerto

    y yo lo uso en febrero, sudando fiebre de sauces.

    Tu esposo fotografía montañas en otro huso horario

    mientras tú me enseñas fotos de su pene mediocre

    y yo imagino mi lengua tallando salmos en tus cicatrices,

    convirtiendo tus estrías en mapas de mi exilio.

     

    En el sueño repetido, te poseo entre los tanques de oxígeno

    de tu abuela, y despierto con los dientes llenos de ceniza.

    La locura huele a sopa de cebolla recalentada,

    a las medias que me prestaste sin lavar,

    a ese útero de concreto donde gestas

    el hijo bastardo que tu matriz jamás me dará.

     

    Ahora escribo tu nombre con ácido en mi colchón

    y escucho tus pasos subir las escaleras del éter.

    Amiga mía, templo de yesca y regla derramada,

    tejeré guirnaldas con mis venas abiertas

    para coronar la estatua de esta diosa que adora

    el sabor del veneno en los labios que no besará.

    Giovanni Battista Manassero

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