No sé porqué, solo sentí la necesidad de expresarme y escribir, solo eso. Con mi taza de té de durazno enfrente, con las cortinas cerradas, con la mochila tirada en el suelo y con la intimidad de mi departamento. Necesito desahogarme, de todo un poco, porque los problemas ficticios, reales y ajenos se mezclan en mi cabeza y no puedo relajarme, me siento pendiente de todo aquello que me interviene, me deja una huella. A veces nos preocupamos por nuestra propia persona, por nuestro bienestar y tratamos de preocuparnos por el otro, dios sabrá cuantas veces pensé en hacer lo correcto, cuántas veces creí que las personas a mi alrededor estaban bien… cuán equivocada estaba. Lo cierto es que no tenemos noción de nuestro impacto en el otro, en el ajeno, en el extraño que se convierte en una parte de nosotros, a veces ignoramos el sufrimiento que no se muestra, los erráticos pensamientos que se manifiestan en los demás, a veces solo podemos ver lo que está a nuestro alcance y no vemos más allá. Me siento culpable sin razón, lo sé, pero es difícil no culparse cuando te enterás que una persona que querés está sufriendo y lo mejor que pudiste hacer es sentarte a hablar sobre vos mismo sin pensar en el otro, en aquel otro que no demostraba malestar, que te aconsejaba en los mejores y peores momentos, quien antepone sus pesares para hacerte sentir mejor. ¿Cómo saber lo que verdaderamente ocurre si llevan consigo una máscara inescrutable?
Siguiendo con la catarsis, si es que así se le puede llamar a este embrollo de pensamientos, hoy no es un gran día para mi, no es el peor, de seguro que no, tampoco es el mejor. El día no tuvo nada de malo para ser sincera, todo estuvo bien hoy, nada salió mal. Entonces ¿qué me pasa? Es la pregunta del millón; pienso en cuántas veces me ha pasado lo mismo, en que no tengo ganas de hacer nada, me pinta el bajón y solo pienso en dormir. Hoy es de esos días en los que el bajón se instaura en mi alma y se queda ahí silencioso pero pesado y conforme pasa el día se vuelve más ruidoso, hasta dejarme noqueada en la cama por el resto de la noche. Me gustaría poder justificarme y encontrar un porqué del sentimiento, aún así conozco fielmente la verdad: solo estoy bajoneada, sin causa aparente.
En fin, este escrito podría tener veinte páginas más, mi mente no deja de pensar, de ir y venir entre situaciones y quehaceres, pero no quiero ser redundante. Sigo sin poder respirar del todo bien, mi mente sigue aquejada y la pesadez sigue en mi alma. Pero me liberé, liberé un pequeño espacio dentro de mi, liberé un poco de la confusión que tenía y logré acomodar los pensamientos. A veces es lo único que uno necesita, acomodar los pensamientos. Me despido con el maullido de gato de fondo, con la taza de té frío a estas alturas y en la intimidad de mi departamento a oscuras.
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