...
Antes y después.
Pensar en lo intangible es el pensamiento mismo. No se puede capturar el pensamiento. Acaso plasmar las ideas en un escrito, en una acción concreta, en una obra de arte o de palustre y paleta. Pero no resulta fácil a las personas vivir sin pensar algo. Aunque sea en lo insulso del gotelé del techo.
Antes de lo que hay hubo otra cosa y otra cosa habrá tras ese haber.
Toda obra humana, no movible que pudiera quedar, será pasto de la inevitable destrucción de la Tierra. Unos cinco mil millones de años. Digo no mueble porque quizás esta gente que somos haya sido capaz de sobreponerse a sí misma y se habrá expandido por el universo. Apostaría a que de eso nada, pero quizás en estanterías lejanas, en estrellas a millones de años luz de nuestras casas, descansen ejemplares de El Quijote, de Crimen y castigo, de Tres mentiras, de El Principito.
La Piedad de Miguel Ángel, en otra galaxia.
Si hoy alguien destruyera la catedral de Burgos, el lamento sería general. Pero es que su debacle acabará sucediendo. Solo es cuestión de tiempo.
Sabemos que la Humanidad solo ocupa los últimos segundos en la historia del Universo, así que sus obras, ocupan aún mucho menos. Y aunque alguna de nuestras creaciones nos sobrevivan, será por un rato. O quizás, como hizo Europa durante tanto colonialismo infecto, vengan unos seres y les dé por expoliar lo por nosotros hecho.
Me da que ese, a pesar de lo feo, será el único modo de que perdure algo de lo nuestro.
Ser en algún muy lejano museo.
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