Cascarón.

El cuerpo prima sobre el corazón. Nos enamoramos de la carcasa que esconde la verdadera belleza; y es comprensible, pues —no me juzguen— los trazos son quiénes hacen llamativa la obra, y la historia lo que endulza aún más el conjunto.

Fijamos nuestra mirada sobre aquella fruta de aspecto atractivo sin importar su sabor, compramos el cuadro cuya imagen nos parece sugerente obviando su trasfondo, nos inclinamos por el animal más adorable aunque este sea el más nocivo.

¿Es así la naturaleza o simplemente cargamos con los patrones heredados por nuestros antepasados?

Los siglos han cambiado la percepción de la misma. Por ejemplo, antes se primaba la voluptuosidad, ahora lo delicado. Pero, ¿qué necesidad hay de incentivar un físico por encima del otro? ¿No es esto la principal causa de que nosotros dudemos de nuestras pieles? 

Se deberá al capitalismo, supondré.

Se deberá a la exaltación de la raza, podría ser también.

O quizás nos encontramos tan faltos de personalidad que, como sociedad, nos lanzamos como bestias hambrientas hacia la moda que nos es brindada. Si cada uno pensase sobre sus propios gustos, apuesto los dedos de mis manos o las venas de mi corazón a que ningún rasgo superaría a otro de manera tan amplía como lo son ahora —o fueron en estos últimos años— los ojos azules, el cabello rubio, cuerpos esbeltos, delgados…

Enamórate de aquello que te haga feliz, no de lo que planean venderte.

Haz las cosas para agradarte a ti, no para ser visto por ellos.

Mira el espejo una vez y nada más; no necesitas encajar en ningún canon para ser feliz. 

Eres hermoso/a, no importa lo que alguien dicte.

Sigo buscando dentro de la razón, lo que está bien, lo que han enseñado. Y ahí no es, por ahí no es; busca cerca del pecho, busca más dentro. —Te Mientes a ti mismo para Ser Feliz, Depresión Sonora.