Cartografía del olvido (Madrid Merizzi)
Mar 22, 2025

La oficina era gris, como un invierno que nunca terminaba,
y sin embargo, Agustina iluminaba las tazas de café
con su risa rota, con su espalda frágil.
Ella hablaba del amor como quien sostiene cenizas,
miraba su reflejo en la ventana
y encontraba en su piel los restos de un incendio.
Yo la escuchaba con la paciencia del que espera
una catástrofe que ya conoce.
Quise decirle tantas veces:
dejalo, quedate,
seré tu refugio en esta ciudad de oficinas mustias
y luces fluorescentes que no saben de poesía.
Pero solo fui el amigo que la vio llorar en el baño,
el que borró su número con la torpeza de un cirujano ebrio,
el que sacó un pasaje al Sur
como quien se arranca un nombre de la lengua.
En La Patagonia aprendí a olvidar:
los faroles de la costa apagaban su luz en mi pecho,
y yo fingía que el viento me hería más que la ausencia.
Hasta que una tarde la encontré en un club de lectura,
el tiempo no había cambiado su voz,
seguía siendo la misma Agustina,
pero con una tristeza más larga en la mirada.
Volvió a escribirme,
yo, tan idiota, creí en los regresos.
Nos bebimos la ciudad en charlas de madrugada,
en cafés donde nuestros silencios supieron a tregua.
Pensé que esta vez el mundo se inclinaría a mi favor,
que los aviones no se irían sin nosotros.
Pero ella tomó uno a Madrid,
con él, con su historia incompleta.
Nunca volví a verla,
ni en la lluvia, ni en las canciones,
ni en los rostros que se cruzaban en los pasillos del subte.
Solo quedó su sombra en mi memoria,
como un mapa inútil para encontrarla.
Ahora camino por esta ciudad sin nombre,
con su voz aún latiendo en mis costillas,
preguntándome si alguna vez fui algo más
que una nota a pie de página en su historia.

Giovanni Battista Manassero
Escribo para encontrar lo extraordinario en lo cotidiano, entre el absurdo, la nostalgia y el mate bien amargo.
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