Llevaba tiempo sin pensarte, así que un viaje al pasado no parecía tan mala idea. Después de todo, los meses lejos de ti ya eran años –¿qué hay de malo con querer buscarte en mis recuerdos?– me pregunté, aunque con cierta inquietud, pero decidido a mirar lo que encontrara, empecé. Tus fotos estaban primero, todas y cada una de ellas –¡sí que las guardaba con cuidado!– me dije mientras las veía y recordaba varios de nuestros momentos juntos. Luego salieron algunos boletos y otros pequeños papeles que recogían fechas de esos primeros encuentros, también unos dibujos y garabatos hechos durante nuestras llamadas, unas cuantas frases escritas en todo tipo de hojas, listas de canciones, envolturas de cada regalo que nos hacíamos, y tus cartas. Fue así como llegué a esas palabras con las que un día estrujaste mi alma, pues como buen amante, conservaba todo de ti, incluso aquella.
Me estremese pensar en ti, en cómo odio la manera en la que me acobijas por las noches, la manera en la que me desvistes y agarras de mis hombros para empujarme contra ti, siento dolor en cada parte de mí, y tu respiración cada vez más encima. ¿Amas tenerme?
Odio la manera en la que me agitas y haces temblar partes de mi cuerpo, me desnudo cada que es de tu deseo verme, y me observas con amor. ¿Quieres acabar conmigo?
Acaricias mis pálidas manos y aprietas mi suave piel contra la tuya, no tienes idea del dolor que siento, pero me tienes sumisa ante ti. ¿Te gusta así?
Me consumes todos los días y sé que no te podrás cansar de mí, una piel tan joven. No, no podrías cansarte de una vida tan apetecible. ¿Quieres quitármela?
Tu lengua raspa en mi mente y lames cada herida que te encuentras en el camino. Tus dedos toman pedazos de carne mía que desgarras sin medirte, tu voz me acaricia y retumba en cada vello de mi frágil cuerpo. ¿Por qué me haces el amor?
Despliegas un colchón, vacías mis fotos moribunda de calor, y me miras a los ojos mientras tus uñas me cicatrizan por cada rincón. Adoras tenerme porque te hago bien el amor. ¿Te gusta?
No puedo evitar preguntarte tantas cosas cuando me haces el amor, pero me despido de ti por el día de hoy.
Aún recuerdo la manera en la que en mi cabeza sonaba repetidamente –¿por qué?– y como de forma inmediata esas palabras se vestían de lágrimas en mis ojos. –¿Te amé mal?– pensaba, o tal vez era mejor creerlo, quizás prefería eso en lugar de imaginar que ese es el dolor con el que carga una poetisa como tú.
Aunque nos volvamos a encontrar, sé que no nos miraremos igual, sospecho que el silencio sería la mesa que nos uniría, y las ansias el único plato sobre ella.
Por favor, no quiero que confundas las cosas. No es que te extrañe, es sólo que aún no dejas de vivir en mis ojos.

Manuel Intriago
Escritor, poeta, lingüista, filólogo, músico, compositor, musicólogo, investigador, educador.
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