Cuando tenía unos 7 años, las dos estábamos sentadas en el patio. Ese día era soleado y no había nubes. Así que se podía admirar perfectamente el cielo azul. Y me imaginaba todo lo que podía haber. Obviamente, levanté la cabeza para contemplarlo. Era hermoso. Me preguntaba qué pasaba con los que ya no estaban. ¿Qué hacían en el cielo? ¿Será que nos miran desde arriba?
Y luego te miré a vos, que también observabas el cielo con entusiasmo. Haciendo las mismas preguntas que yo. ¿Te acordas?
Te pregunté, yo, tan niña y tan tonta, sin saber lo que eso significaba. Si, cuando te fueras al cielo, podríamos seguir escribiéndonos cartas. Como si no estuviéramos tan lejos una de la otra.
Vos, con una sonrisa, me hiciste una promesa.
Me ibas a hacer llegar tus cartas de alguna manera.
Ya sea que cayeran lentamente del cielo.
O quizás simplemente aparecieran un día en mi mesita de luz.
El día que te fuiste al cielo, te puse una cartita antes de que te llevaran al cementerio, a tu nueva casa.
Días después, te extrañaba con tanta locura que no sabía qué hacer.
Tan llena de miedos, pensando que no querías responder mi carta. Te escribí una segunda, contándote que pasaba con mi vida.
Mi forma de hacerte llegar mi escrito fue quemando la hoja y pensando que esa carta llegaría a tus manos.
Hice ese mismo proceso 1, 2, 3, 5 veces. Hasta que por fin me di por vencida.
Hoy se cumplen 6 años que te fuiste al cielo. Y aún sigo esperando que me respondas esas cartas.
Mis cartas.
Te acordas?
Si te gustó este post, considera invitarle un cafecito al escritor
Comprar un cafecitoRecomendados
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión