Carta para quien no olvido.

Todos los días me pregunto si llevo un pedacito de vos dentro mío. Si mi presencia es la tuya, si a través de mis ojos podés ver ¿Ves? ¿Ves como te buscamos?

Hoy te lloré. O quizás fuiste vos llorando a través de mi, o quizás lloramos juntos. Hoy te lloré, pero mañana te vuelvo a buscar, te vuevo a llamar pidiéndole al mismo dios que niego todos los días que me respondas.

El tiempo pasa y todos luchan contra él porque temen que te vayas a su lado, pero mientras exista tu foto el pueblo no te olvida. Mis manos te buscan, mis pies marchan en tu nombre, mi garganta grita porque adentro de mi cuerpo está atascado el alarido que ellos ahogaron para hacerte callar. La estrella en el cielo desparece pero en la memoria el brillo está presente hasta que alguien decida dejar de contarlo. Yo sé que vos lo sabés. Yo sé que escuchás como contamos tu historia.

Abuelo, en mayo te reivindico, pero te recuerdo siempre, te pienso, te hablo; te admiro siempre. Tus huesos son los míos, los de tus hijos, los de la abuela, los de mi hermano, y mientras estemos acá vos estás con nosotros.

Ellos se atreven a esconderte pero no saben que estás acá y que cada vez que veo tu foto vos me mirás devuelta. No saben que en mi alma está la tuya ni que mis palabras son el eco de tu voz. El país grita por el vacío que dejaron ellos, que creyeron que con un poco de cal te íbamos a olvidar.

Cuando vuelvas abraza a tus hijos y a la abuela por favor, que les haces falta. Abraza a tus amigos, a tu partido, a tus más queridos compañeros. Abraza a tu yerno, a tu nuera y, por favor, a tus nietos. Nostros te vamos a seguir buscando porque también nos hacés falta, y el día que vuelvas la palidez de tu rostro se volverá color junto con el nuestro.