Patroclo:
Nadie nos preguntó, ni tu padre ni el mío, si queríamos pelear. Ni yo te pregunté a ti, pero aún así luchaste a mi lado hijo de Menecio, con todo el peso que cargabas.
Me arrepiento de haberme obsesionado con la guerra, mientras ignoraba la interna, me arremetía contra los troyanos con la intención de callar mis deseos de declarármele a usted todo este tiempo, si más aun debía hacer por esto. Si mi afición, mi ceguera, me alejó de lo que tanto temía perder y por lo que dedique a darlo todo. Mucho se ha cantado de mis debilidades y de la bendición de los dioses, aunque con sinceras palabras me atrevo a decirle que el mayor regalo que los dioses me otorgaron, y consigo, mi mayor vulnerabilidad siempre fue usted, Patroclo.
No sabría poner en palabras, más intento encontrar cuáles usar, si luche por un amor a la guerra o por si todo era para estar a tu lado, perdóneme que ponga tantas excusas, parezco tener el valor para quitar vidas pero no para expresarle mis emociones de frente, como todo hombre debiera de ser, como nos enseñaron a ser, fuertes valientes y capaces de adueñarnos de todo pero jamás a sentir, quizá es por eso que tarde tanto en decírtelo
¿De qué me sirve ahora una armadura si no es tu piel quien la usa?
¿Para qué estos rizos dorados si tus caricias desconocen?
Planeo que el fuego que me quita lo que me queda de ti sea lo que me regrese a tu lado,
Quizás Caronte pueda llevarte estas palabras,
Quizás los dioses se apiaden y nos permitan encontrarnos, si es así,
¿Podrías esperarme del otro lado del río?
Fraternalmente tuyo, y en todas las vidas que siguen.
-Aquiles

Angus Antu
Acá intento aprender a escribir, osea si sé, fui al colegio aclaro. Solo que intento aprender a escribir mejor.
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